viernes, 13 de noviembre de 2009

CENTENARIA

La feria de Tristán Narvaja cumple 100 años




Un hombre, sesentón, toquetea la rueda del dial de una pequeña radio amplificada que le pone música a una parte de la cuadra. El hombre es muy flaco. A pocos metros, una mujer contemporánea, está sentada en un sillón comiendo un sandwich helado, con la franja de frutilla de rabioso rosado. La mujer es gorda. Atrás, un auto viejo y descascarado, con las puertas abiertas, lleno de cajas, cajones, lonas plásticas y cuerdas.
Del auto se engancha un pequeño trailer de madera y adentro, sentadas con las piernas cruzadas, dos niñas no despegan la lengua de sus sandwiches helados y los ojos de sus XO.
En el puesto de enfrente, otro señor sesentón toquetea otros diales de otras radios demostrando su funcionamiento a un cliente atento. La charla entre ambos delata cierto vínculo. “Y después tengo esta, que se corre el dial horizontal, como todas, pero con esta otra perilla corre vertical ¡y está impecable mire la botonera que tiene!”, dice el vendedor describiendo su artículo con notable afecto. “Es una Grundig, de cuando se fabricaban en Alemania, ahora se hace todo en China”, arenga el cliente. “¡Y lo mejor de todo es que funciona!”, remata el feriante.
Como sucede casi todos los primeros domingos de mes, las calles de la feria Tristán Narvaja están repletas, incluso las de la periferia. Desde cualquiera de sus extremos -18 de Julio al Sur y La Paz al Norte- la vista de la calle que le da nombre a la feria o la de Gaboto, detiene la mirada. Los plátanos como marco de dos interminables hileras de toldos y carpas y gente como hormigas, suben, bajan, acarrean, todo se mueve, hay cosas por todos lados. Los feriantes suben el volumen de las carcajadas y los pregones a medida que se acerca la hora de cierre. El buen humor reinante, delata que ha sido un domingo de buenas ventas.
En esos detalles radica el irresistible cosquilleo de recorrer la feria, en saber que en el rincón menos esperado aparece algo que no era necesario hasta ese momento. En entregarse a esos asaltos. Situaciones, personajes, sonidos, objetos, lo que sea que suceda será lo suficientemente inaudito como para no permanecer indiferente.


ENCANTO DE FERIA

"Mi cuna fue el arrabal / y mi padrino, un poeta / gran tirador de mosqueta, / cuentero profesional."
-Enrique Cadícamo, “Villa Urquiza”

“¿Que número es?”, pregunta un señor con un champión en la mano. “Dicen que 40-41, eso dicen, pero si le interesa le confirmo o se lo prueba”, responde la feriante. El interesado le explica que es para su nieto, así que la vendedora cruza de puesto, donde otro feriante compara el calzado con otro: “si no es anda cerca, pero que se lo pruebe Juancito que calza 41”, sentencia. La vendedora sale a la búsqueda del pie 41 mientras el cliente muestra señales de agobio, está agitado, transpira y emana vapor de alcohol. Finalmente el champión calza en el pie 41, la vendedora sale en búsqueda del cliente-cenicienta, que ha desaparecido.
Alrededor de las 3 de la tarde la feria emprende la retirada. En una calle próxima al Palacio Peñarol, quedan sólo unos pocos puestos y un móvil policial a contramano asiste a una pareja de turistas brasileros. “Yo le dije que no quería jugar pero me sacó la plata de la mano”, explica en portuñol uno de los jóvenes que habían sido engatusados por los fraudulentos “mosqueteros” de la feria. La mosqueta es ese juego clandestino, ilegal, en el que un hombre con una mesa, unos vasitos y unas pelotitas (también puede hacerse con cartas o fichas), mediante movimientos rápidos engaña a los participantes que deberán adivinar dónde se esconde la pelotita. Entre los participantes y curiosos genuinos, se camuflan otros que además de simular participar y ganar para tentar a los demás, marcan a las posibles víctimas de un próximo arrebato. Los turistas están evidentemente asustados y se suben al móvil policial con el objetivo de buscar e identificar a los farsantes. Eso también es Tristán Narvaja, tierra de nadie donde la ausencia de reglas y controles hace de caldo de cultivo a todo tipo de transas.
Marcelo Marchese es el propietario de Babilonia libros, empezó con un metro de tablón que le cedieron en uno de los puestos de la calle Paysandú (una especie de librería al aire libre de más de 200 metros), terminó copando el puesto que luego de años le canjeó a un amigo por una canoa y se instaló en un local de Tristán Narvaja. Es profesor de historia, conoce la feria desde adentro y está realizando un documental que actualmente está en etapa de rodaje. La escena que lo motivó a hacerlo se repetía cada domingo mientras tuvo el puesto, su chata (uno de los medios de transporte de mercadería) era desarmable, con ruedas de rulemanes de unos 30 cm. de diámetro, la mejor de la feria, según su propietario. “Costaba moverla, me quedaba el cuerpo en ángulo de 90º, había que empujarla con el alma, por eso los changadores tienen ese cuerpo tan particular. La cuestión es que cuando aquella chata tomaba velocidad, lo complicado era pararla. Yo guardaba todo en una casona de 1880, que tenía piso de adoquines y una claraboya por donde entraba la luz de una manera muy particular, el escándalo de los rulemanes pegando en el adoquín, en esa casona, con esa luz, es una escena que siempre quise grabar”, confiesa Marcelo, que revive la travesía entre carcajadas. La idea del documental es mostrar ese contexto que rodea a la feria. “¿Cuánta gente está vinculada a ella realmente? La periferia ha crecido mucho, los puestos registrados son la minoría, regularlos sería difícil y se correría el riesgo de perder esa parte que aporta mucho del encanto a la feria actual, pero también es un dato sumamente necesario, porque realmente es una fuente de ingresos para muchos, otro tema interesante y desconocido es el movimiento de dinero, desde la mosqueta, hasta la reducción de mercadería y la venta de puestos”, detalla Marchese y agrega que “en la feria también hay arte, un ciego tocando el saxo, al lado alguien cantando una cumbia y más allá una cuerda de tambores, hay imágenes muy fuertes, cuando la feria termina vienen los que se llevan lo que queda, para alimentarse o alimentar a sus chanchos, el sonido del desarme, con el golpe de los caños es muy particular, cuando llueve, en cuestión de instantes todo se cubre de nylon, es mágico”.


POR MUCHOS MÁS

La feria Tristán Narvaja está cumpliendo 100 años de permanencia en su ubicación actual, desde el domingo 3 de Octubre de 1909. Su origen fue la feria dominical que empezó a funcionar en la Plaza Independencia el domingo 15 de abril de 1878 y que luego se trasladó a 18 de Julio. “A las diez de la mañana un rematador subastaba todos los productos no comercializados y existía una sección para que los propios agricultores que venían a ofrecer sus frutos pudieran comprar allí mismo los insumos que demandaba su tarea: semillas, granos, instrumentos de trabajo y hasta literatura agrícola”, describe Alfredo Vivalda en “La Feria Tristán Narvaja”, uno de los pocos libros sobre el tema, publicado por Arca en 1996.
“La feria de antaño era una verdadera feria de novedades. Naturalmente se vendía de todo, pero además existían atracciones en teatrillos o se hacían demostraciones de forzudos, se tiraba al blanco y se exhibían placas fotográficas estereoscópicas que la mayor parte de las veces eran de dudoso gusto”, detalla Vivalda.
Luego se trasladó a los alrededores de la Plaza Cagancha, primero en Queguay (que luego de 1915 se llamó Paraguay) y después a Ibicuy (hoy Rondeau). Funcionó también en el terreno baldío que hoy ocupa el Palacio Municipal y luego se dividió en dos. Una se instaló sobre la actual Libertador y la otra sobre Yaro, que luego cambió de nombre en ese tramo, por el actual de Tristán Narvaja.
A propósito del aniversario, la Junta Departamental organizó una exposición en la que podían verse algunas fotos de la feria en 1920. Decenas de señores con galera observando atónitos a un hombre elevado sobre una tarima exhibiendo una especie de serpiente pitón que se enrosca en su cuello. O los canillitas descalzos y de boina, con los diarios bajo el brazo, con esa especie de tizne de carbón en la cara que tienen todos en las fotos viejas. La Junta también comunicó al Ejecutivo Comunal su aspiración de gestionar ante los organismos pertinentes nombrar “Patrimonio Nacional” a la feria y en la Sesión Ordinaria del 16 de julio del corriente, el Deliberativo Departamental aprobó la colocación de una placa en la fachada de la Facultad de Psicología.
Con respecto a la declaratoria patrimonial, el Director de Desarrollo Económico de la IMM, Luis Polakov, y el funcionario de la Secretaría General del municipio, Alvaro Avarez, declararon que el expediente salió con el visto bueno de la Intendencia rumbo al Ministerio de Educación y Cultura, que finalmente evaluará la petición de declarar Patrimonio Nacional a la feria Tristán Narvaja, como así también la formación de una comisión de festejos del centenario.
Por su parte, desde el 3 de octubre (día del aniversario) y hasta el 27 de noviembre, en la sala 1 del Centro Municipal de Exposiciones Subte se exhibirá “Tiempo, señales y objetos”. La muestra reunirá obras de 10 artistas internacionales y locales,
también participarán los llamados productores espontáneos, “se trata de ciudadanos sin restricción, creadores no legitimados como artistas pero cada vez más presentes en la producción simbólica actual, que hacen llegar sus propuestas mediante diversos medios tecnológicos de comunicación masiva”, dijo Ana Knobel, Coordinadora y Asesora Artística del CME- SUBTE. El Centro tiene prevista para el 27 de noviembre además la publicación de “Tristán Narvaja 100 años”, un libro-catálogo de 150 páginas, con 100 imágenes actuales e históricas, testimonios, leyendas y datos célebres; como así también la edición de un mapa con infografía de zonas, rubros, historias, leyendas y personajes de la feria. Se imprimirán 10 mil desplegables de papel coteado a 4 tintas y se distribuirán gratuitamente. La iniciativa es de gran valor testimonial, teniendo en cuenta que no existen censos ni registros de la feria que informen sobre dimensiones, rubros y otras características, aunque se estima que actualmente ocupa entre 20 y 30 manzanas.
El Director de Promoción Económica de la IMM, Carlos Varela, informó que sólo los puestos de alimentos de la feria están regularizados, lo que implica aproximadamente un 10% de su totalidad. El resto se mantiene en situación de informalidad y se trata, en su mayoría, de los feriantes de la periferia, que por no tener una participación estable dificultan la regularización. La participación de los “periferiantes” ha crecido notablemente en los últimos años y muchas veces ese incremento es relacionado –aunque no hay datos que lo confirmen- con la crisis económica de 2002, cuando muchos vecinos de la feria decidieron vender algunas pertenencias en puestos improvisados en las veredas de sus casas. Varela manifestó la intención de regularizar la situación en el mediano plazo, aspirando a implementar un censo y la administración de los espacios en la totalidad de la feria hacia fines de este año y adelantó que “se está planificando un cambio en las estructuras y carpas de los puestos de alimentos, donde se prevé el uso de materiales más livianos y uniformes, que mejoren la apariencia de los puestos y las condiciones del armado y desarmado de los mismos, esperamos poder presentar el nuevo modelo de stand en el contexto de este aniversario”.

*Publicado en La Diaria el 29/09/09

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