miércoles, 29 de julio de 2009

HOTEL PYRAMIDES

*El Hotel Pyramides a fines del Siglo XIX


"Parece ser que este río/ nunca dejó de pasar./ Y aquel barco iluminado/ se me hace que es igual./ Se asemejan los mosquitos/el hotel y el pajonal/pero ya nada es lo mismo/se parece, nada más."
-Esteban Klísich, “Parmenides”.


A fines del siglo XIX era una costumbre masculina parar en el Café de las Pyramides, ubicarse en alguna mesa cerca de las ventanas y desde allí contemplar el discreto despilfarro de las pantorrillas de las damas subiendo al tranvía, que tenía parada en la esquina de Ituzaingó y Sarandí.
El café y restaurante se ubicaba en la planta baja del Gran Hotel Pyramides, uno de los primeros edificios de Montevideo destinados a alojar huéspedes como actividad comercial. Se trata de una de las construcciones más antiguas del entorno de la Plaza Matriz, cuyo aspecto se ha mantenido desde 1860, con escasas modificaciones.
Es uno de los tantos edificios históricos de la Ciudad Vieja que amenazaban con desmoronarse cuando fueron adquiridos por grupos inversores españoles que recalaron en el mercado local a fines de 2003. “Los compradores son extranjeros que llegaron escapando de la burbuja inmobiliaria española, a fines de 2003. Uruguay cumplía con varios requisitos indispensables para la inversión, entre ellos seguridad jurídica, el secreto bancario, estabilidad democrática, un pueblo amable y culto, de habla hispana y con una ciudad muy parecida a la de ellos”, sostiene Isidoro Kosak, director de una inmobiliaria que lleva más de tres décadas operando en plaza. “Como todos los cascos históricos del mundo, se convierten en lugares de mayor valorización, por su historia y por ser un recurso no renovable, son 50 manzanas y una vez que estén todas recicladas, el que quiera algo allí va a tener que pagarlo”, agrega.
Julio de 2005 marca un antes y un después en la historia de esta construcción. Hasta entonces, la esquina permanecía fantasmal y derruida, funcionando los últimos años como pensión barata. Fue entonces cuando Moreno Mazal Levy y Doña Matilde Fortuna Jabif –propietarios desde 1968- vendieron el inmueble a Gilberto Vázquez Alonso, los actuales dueños.
Al año siguiente el estudio de arquitectos “Carlos Siccardi y Asoc.” trabajó en el reciclaje de la fachada, que hoy luce impoluta y ya no amenaza con desprender mampostería en la cabeza de alguien. Claro, un futuro benévolo para el edificio, pero también implacable, y allí donde los hombres clavaban sus miradas indiscretas en los tobillos de las mujeres que subían al tranvía, hoy funciona un moderno local de Burger King.



*Un pasillo del Pyramides hoy
Foto: Pablo Nogueira


Una habitación que revienta de pesados muebles victorianos, plantas de palma, carpetas y cortinados de pana roja, así como de tiras de papel engomado colgadas del techo para atrapar las abundantes moscas. En foro hay una cama doble con mosquitero, entre dos ventanas. A la izquierda, junto al proscenio, una puerta que da al corredor del hotel, y junto a ella una cómoda de caoba sobre la que descansan una palangana y una jarra de loza blancas.”Así describe un cuarto del Hotel Pyramides, el escritor Arturo Despouey en “Zaraza para la Banda Oriental”, una viñeta de la vida en el Uruguay de 1877, tres años después de la inauguración del hotel.
Las primeras construcciones existentes en la esquina de Ituzaingó y Sarandí datan en la planimetría de 1777, aproximadamente. En 1830 no existían hoteles de relevancia en Montevideo, a lo sumo fondas que daban albergue a viajeros. “La creciente actividad del puerto hizo que Montevideo necesitara de hoteles y lugares de alojamiento. Si en los primeros tiempos -y siguiendo con una costumbre que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIX- las familias alquilaban habitaciones a huéspedes, comienza a verse, ya a principios de la Independencia la aparición de un nuevo sector de la economía: el hotelero”, afirma Ernesto Beretta, investigador y docente de Historia del Arte de la Facultad de Humanidades.
Las escrituras de la propiedad –originalmente de una planta- perteneciente a Don Romualdo Hinero y heredada luego por los Inchauspe son un verdadero libraco escrito casi en su totalidad a mano, con tinta y caligrafía tan rebuscada como ilegible.
En diciembre de 1856 se asienta el permiso de construcción del edificio con dos plantas y en “La República” del 29 de julio de 1858 se informa sobre la inauguración del Café y Hotel Les Pyramides, en la esquina de la plaza Constitución.
Pocos años después, en “El Siglo” del 13 de julio de 1867, se reseña la apertura del Hotel Cosmopolita, ex “Café Les Pyramides” y en 1874 –informa Horacio Arredondo en “Civilización del Uruguay: aspectos arqueológicos y sociológicos, 1600-1900- se inauguró el Gran Hotel Pyramides.
La apertura en 1865 del Hotel Oriental, una soberbia edificación de estilo clásico, con pilastras de orden colosal corintio en sus fachadas, dotado de todas las comodidades de entonces; y la del Pyramides pocos años después, con su restaurante protegido por portadas de hermosas vidrieras coloreadas, son un síntoma del espíritu cosmopolita y europeizante que experimentaba Montevideo.
Hay quienes afirman que el Hotel Oriental superaba en lujo y comodidades al Pyramides, pero algunas crónicas de la época dejan suponer que ambos se disputaron el prestigio a lo largo de algunas décadas.
El Pyramides ofrecía cercanía con los tres principales teatros de la capital: el Solís, el Alcázar Lírico y el Cibils. También de las dos arterias más importantes de la Ciudad Vieja, Sarandí y 25 de Mayo, con sus negocios y animada vida nocturna. A pasos del Club Uruguay -principal centro de sociabilidad de los sectores adinerados-, del cabildo y de la catedral. El local se convirtió en un punto de referencia de la sociedad mundana, asidua concurrente a todas estas diversiones, como refleja un aviso de La Tribuna de julio de 1873: “A pedido de nuestros amigos, el establecimiento quedará abierto hasta después de las funciones teatrales, sirviéndose cenas al gusto de los mejores gastrónomos… Hay salones particulares.” Beretta señala que el detalle de los gabinetes particulares relaciona al restaurante con las más modernas modalidades europeas. Eran pequeñas habitaciones o apartados, amueblados con mesa, sillas y uno o dos sofás, donde grupos de amigos o parejas podían tener una velada más íntima que en el bullicio del salón general.
“Me han dicho que el Hotel des Pyramides es mejor, aunque más pequeño, pero se encuentra cerca de la catedral y el descanso de los viajeros suele ser fácilmente molestado por el ruido del reloj y el sonido de las campanas, llamando a los primeros servicios religiosos”, detallaba en 1891 George C. Morant, un huésped del Oriental cuyo testimonio fue rescatado por Rossana Di Segni y Adela Pellegrino para la Colección “Fuentes para la historia social y económica del Río de La Plata”, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UdelaR.
Se estima que el esplendor del Pyramides se extendió como máximo hasta 1910. A juzgar por las tarifas publicadas en algunas guías para viajeros de la época, es posible apreciar que ya era un hotel de categoría intermedia: mientras los más costosos cobraban entre $4 y $10 la noche y los más baratos entre $1 y $2,5; alojarse en el Pyramides costaba entre 3 y 5 pesos la noche.
En 1913, las escrituras señalan una ampliación. Se supone que fue entonces cuando la construcción de un tercer piso ocultó el típico mirador que tenía el edificio y le agregó el pequeño balcón circular que corona hasta hoy la esquina del inmueble.

*Balcón a la Plaza Matriz
Foto: Pablo Nogueira


Mediodía de invierno en la Ciudad Vieja. La impecable fachada del edificio que ocupa la esquina de Ituzaingó y Sarandí esconde el esqueleto derruido que conforman los restos del Hotel Pyramides.
“Cuando entré por primera vez me desilusioné muchísimo, porque lo habían saqueado, lo poco que fui encontrando de valor lo protegí”, detalla la restauradora Gabriella Siccardi. Y ahí están, concentrados en la planta baja y a salvo de posibles daños, los pocos rastros del lujo de antaño. Tres de los arcos superiores de las ventanas que dan a la calle Ituzaingó todavía conservan los vitrales franceses que antes engalanaban todo el frente del hotel y en la parte del restaurante llegaban hasta el piso. La puerta de la entrada principal, de roble con vidrios curvos y características del Art Nouveau también se conserva, junto a la escalera de mármol, el ascensor de hierro negro y uno de los carteles de bronce con el nombre del hotel.
Wilson La Paz (restaurador contratado por Siccardi) es el guía escaleras arriba, donde el panorama es desolador. El celeste a la cal de las paredes conserva un dibujo a lápiz de una imagen que pareciera ser San Jorge, como testigo de lo que fue el Pyramides en sus últimos años. Al final del recorrido, el acceso a la azotea y a una formidable vista de Montevideo se logra subiendo una escalera de hierro que pareciera caerse a cada paso y cuya inclinación produce una fuerza centrífuga que atrae vertiginosamente hacia el pulmón del edificio, pero Wilson asegura que no se moverá más que eso.
En la Comisión Especial Permanente de Ciudad Vieja, la ficha correspondiente al padrón 4267, perteneciente al Pyramides, lo presenta como Monumento Histórico Nacional, desafectado por resolución del Poder Ejecutivo (gobierno de facto) en octubre de 1979 y reafectado en 1886, con la vuelta de la democracia. Identificado con el máximo grado de protección patrimonial (4), es considerado “un edificio de valor excepcional que debe ser conservado integralmente (…) preservando en todos los casos sus características arquitectónicas originales, su especificidad constructiva, sus formas y elementos decorativos, la cuantía de ocupación del espacio y todos los rasgos que tienden a singularizarlo”.
Por su parte, en el Instituto de Historia de la Facultad de Arquitectura, un sobre dedicado al edificio contiene una Ficha del Inventario Básico del Patrimonio Arquitectónico de Ciudad Vieja, que detalla un relevamiento realizado en agosto de 1983. La evaluación del grupo ejecutor responsable establece que se trata de un “edificio de gran importancia testimonial, de muy buenas proporciones y excelente rítmica. Muy hábilmente sobre elevado de una planta, merece ser recuperado y restaurado totalmente y mantenida su función tradicional”.
A la evidente relevancia arquitectónica del edificio, se suma el protagonismo histórico de algunos mitos y leyendas que, si bien en la mayoría de los casos carecen de fuentes que los comprueben (se desconoce el destino de los libros de huéspedes del hotel), alimentan el aura de misterio que lo envuelve.
“No era una construcción de gran nivel, aunque hay que ver qué se consideraba nivel en la mitad del siglo XIX, porque hubo mucha gente importante que se hospedó ahí, dicen que (Carlos) Gardel se quedaba en la habitación de la esquina del 1º piso” asegura Gabriella Siccardi. También están los que afirman que en el Pyramides se alojaron otras celebridades como Sara Bernhardt o Enrico Caruso, aunque no existen registros que lo confirmen.
Pero no sólo de mitos inciertos se alimentan la leyenda. En “La degeneración del 900”, la autora Carla Giardone sostiene que el escritor Roberto de las Carreras se instaló en el hotel al regresar de un viaje por Europa que hizo luego de cobrar la herencia de su padre. “Residía en una lujosa habitación del entonces exclusivo hotel Pyramides, donde recibía a sus ilustres invitados en la bañera o envuelto en puntosas batas de seda”, escribe. Por su parte, en “El bastardo”, una biografía novelada de Clara García de Zúñiga y su hijo Roberto de las Carreras, Carlos María Domínguez también da cuenta del paso del dandy del 900 por las instalaciones del Pyramides.
Con respecto al mismo huésped, una nota publicada el 11 de mayo de 2003 en el diario El País, señala que “hace 100 años las matronas se cubrían y cubrían a sus niñas con los abanicos o las mantillas para no ver al disoluto del balcón que arengaba por el amor libre y otras audacias impensables en el Montevideo pacato de la Belle Epoque”.
El periodista y escritor Alejandro Michelena relata que también residió en hotel François Ducasse, padre de Isidore, más conocido por el seudónimo Conde de Lautréamont, autor de “Los cantos de Maldoror”. Michelena agrega que a partir de 1880
comenzó a reunirse en el local del Pyramides una tertulia intelectual integrada por figuras como el poeta Juan Zorrilla de San Martín, periodistas como Carlos María Ramírez y escritores como Carlos Roxlo; que se caracterizó por el diálogo y el pluralismo de ideas.


*Aberturas apiladas y bañera del antiguo hotel.
Foto: Pablo Nogueira


El trabajo en la fachada del edificio ha finalizado, mientras que las obras en el interior están suspendidas a la espera de la decisión de los propietarios sobre el uso que se le dará. “Hasta ahora pensamos que serán oficinas, de pisos enteros o medios pisos, que es la mayor demanda de Ciudad Vieja, ya hay interesados en alquilarlas. Serán oficinas de primer nivel, con toda la infraestructura y la tecnología (eléctrica, datos, servicios) y sacándole partido a un edificio antiguo, manteniendo las características de esa esquina que es espectacular”, detalla la arquitecta Inés de Souza, y agrega que las características del edificio no resultan rentables para la instalación de un hotel.
Una de las discusiones más fuertes entre los inversores, los arquitectos y la Comisión del Patrimonio, giró alrededor de las ventanas que deban al exterior. Las antiguas aberturas de madera, con las típicas celosías de 4 hojas están apiladas en los patios interiores del inmueble y fueron reemplazadas por unas de aluminio, más herméticas, que asimilan la tecnología. “Dejarlo como era originalmente cuesta una fortuna que nadie paga, hoy existe esa esquina con terrible edificio que de otra forma iba a seguir vacío, esto le da valor, lo adecua al siglo XXI, haciéndolo funcionalmente útil y conservando sus características, la idea es lograr un punto intermedio entre lo que quiere un inversor y lo que quiere la sociedad como patrimonio”, opina de Souza.

*La fachada del Pyramides hoy


EL PYRAMIDES EN CIFRAS

En una nota publicada en el diario El País en junio de 2008, Gastón Pérgola escribe que el grupo español compró el predio por cerca de US$ 400 mil dólares y que invertirá otros US$ 800 mil para el reciclaje.
Por su parte, Isidoro Kosak (director de la inmobiliaria Kosak) estima que el valor
de alquiler de las futuras oficinas tendrá un piso de US$ 20 el m2.





-Nota Publicada en La Diaria el 21 de julio de 2009.