“…hotel que tiene los pasillos mas crecidos cada vez/Una reunión de roncadores, un congreso soñador/ hotel de camas con gemidos y un amor en ascensor”
Fernando Cabrera, Palacio.
Bajando por Soriano, pasando Convención con rumbo a Andes, casi a mitad de cuadra sobre la vereda izquierda, está el estacionamiento que ocupa la planta baja del edificio donde funcionaba hasta hace unos años el Hotel Cervantes.
Al entrar apenas se perciben unas tímidas molduras en el techo y un retazo de monolítico en el piso. Los demás detalles arquitectónicos originales (boleterías, columnas, molduras, aberturas, artefactos, etc) fueron cubiertos con paredes de yeso como medida de protección. A pesar de este gesto inaugural, poco es el cuidado que parece haber recibido lo que queda del edificio.
En el interior del estacionamiento cuesta creer que ahí hubo un teatro, y es que toda la planta baja fue desmantelada, y el 1º nivel y el techo del teatro fueron cubiertos por un cielorraso con luminaria comercial. La pregunta fue inevitable “¿Entonces el resto del teatro está ahí arriba?”
Al fondo del estacionamiento se abrió una puerta de rejas que daba paso a una escalera. El panorama que iba asomando, escalón tras escalón era realmente grandioso y encantador, nada más y nada menos que el espacio aéreo del viejo teatro, a la altura del palco y con el techo original, una obra de arte en sí misma. Una explosión de mampostería con estética renacentista, trabajos en mármol y bronce, vitrales y vistosos artefactos de iluminación. Todo abandonado ahí.
LOS INCONDICIONALES
“En un hotel de mil estrellas/ y con mil recuerdos de única compañía/el mundo está lleno de fantasmas/durmiendo en la calle/cerca de tu casa.”
Andrés Calamaro, En un hotel de mil estrellas.
Construido en 1927, su mentor fue Leopoldo Tosi, uno de los primeros egresados de la Facultad de Arquitectura, autor de otros edificios como el de la Optica Ferrando en Sarandí 675 (donde actualmente funciona la librería Más Puro Verso), la quinta de Claudio Williman en Pocitos, o el teatro Macció de San José. El Cervantes es un ejemplo de la influencia italiana en la arquitectura nacional, con algunos rasgos específicos de los palacios florentinos. Según el portal de arquitectura http://www.techos.com.uy/, se trata de una clásica estructura tripartita y un basamento de dos niveles, el primero de considerable altura, porque en la planta baja se ubicaba el cine-teatro, que funcionó desde 1928 hasta 1962, con capacidad para casi 900 personas. El edificio tiene 4 pisos simétricos unidos por una faja vertical y central de logias que producen un juego de claros y oscuros. Todo se conserva en Soriano 868, cerrado, vacío y abandonado.
Jorge Luis Borges (hab. 101 y 102), Oliverio Girondo, Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar (hab. 105), Carlos Gardel (hab. 103), Atahualpa Yupanqui (hab. 103), son sólo algunos de los célebres huéspedes que ha tenido el Cervantes, declarado monumento histórico en febrero de 2002.
Lo que en sus orígenes fue el último grito de la modernidad y el confort, con 100 habitaciones con sus respectivos baños, calefacción central, teléfono con conexión directa a Buenos Aires, patio andaluz en el último piso, salón de fiestas y jardín de invierno; cerró sus puertas a fines de 2006 como hotel de dos estrellas, pensionado de alquiler y hotel de alta rotación. Aún así, en el salón de fiestas del 5º piso todavía se respira algo del lujo de antaño, sus pisos de madera, sus puertas de roble y sus ventanales con vidrios biselados, sus columnas, su escenario, todo habla de un pasado esplendoroso y señorial.
Con ese halo cautivó a personalidades como Jorge Luis Borges, que viajaba habitualmente a Montevideo, una de las mejores ciudades del mundo según él, junto a Buenos Aires y Ginebra. El escritor solía decir que había sido gestado en Uruguay porque sus padres pasaron la luna de miel en Tacuarembó. Alojó algunas escenas de sus cuentos en Paso Molino, uno de sus barrios preferidos,
y su personaje “Funes, el memorioso” era oriundo de Fray Bentos. Escribió poemas como “Luna de enfrente” y “Montevideo”, y como no podía ser de otra manera, era un huésped incondicional del Cervantes. En rotarymontevideo.org, Rubén Loza Aguerrebere cita una entrevista de su autoría. “Me he criado en Buenos Aires, en Palermo y en Montevideo en temporadas largas y en los veranos de aquella época, que duraban como tres meses. Así que quiero mucho a Montevideo y a mis amigos orientales, al hotel Cervantes, donde vivía Emilio Oribe y había un cinematógrafo”, contaba Borges.
INSOMNE EN LA 105
“A Petrone le gustó el hotel Cervantes por razones que hubieran desagradado a otros. Era un hotel sombrío, tranquilo, casi desierto. Un conocido del momento se lo recomendó cuando cruzaba el río en el Vapor de La Carrera, diciéndole que estaba en la zona céntrica de Montevideo. Petrone aceptó una habitación con baño en el segundo piso, que daba directamente a la sala de recepción. Por el tablero de llaves en la portería supo que había poca gente en el hotel; las llaves estaban unidas a unos pesados discos de bronce con el número de habitación, inocente recurso de la gerencia para impedir que los clientes se las echaran al bolsillo.”
Así abre “La Puerta condenada”, el cuento de Julio Cortázar publicado en Final del Juego (1956) y que, según cuenta la leyenda, el escritor argentino creó inspirándose en una noche de insomnio en el hotel Cervantes de Montevideo, más precisamente en la habitación 105.
Sin tanto idilio como Borges, Cortázar era otro enamorado de Montevideo. En 1954 viajó a esta ciudad en calidad de traductor de una conferencia de la UNESCO, visitó el Cerro, donde luego ubicaría a La Maga, uno de los personajes más entrañables de su brillante novela Rayuela y se alojó en el Cervantes, donde ideó “La Puerta Condenada”. "Yo quería que en el cuento quedara la atmósfera del Hotel Cervantes, porque tipificaba un poco muchas cosas de Montevideo para mí. Había el personaje del gerente, la estatua esa que hay en el hall, una réplica de Venus y el clima general del hotel. No sé quién me recomendó ese hotel, donde en efecto había una piecita chiquita. Entre la cama, una mesa y un gran armario que tapaba una puerta condenada, el espacio que quedaba para moverme era el mínimo", confiesa Cortázar citado por Enrique Vila- Matas en www.elpais.com.
Tan codiciado era el Cervantes, que también estuvo a punto de ser el escenario de un cuento de Adolfo Bioy Casares, otro célebre escritor argentino y huésped del glamoroso hotel. El cuento en cuestión es “Un viaje o el Mago Inmortal” y las similitudes con “La Puerta condenada” de Cortázar han dado que hablar.
“Juraría que al chofer del taxi le ordené: «Al hotel Cervantes». Cuántas veces, por la ventana del baño, que da a los fondos, con pena en el alma habré contemplado, a la madrugada, un árbol solitario, un pino, que se levanta en la manzana del hotel. Miren si lo conoceré; pero el terco del conductor me dejó frente al hotel La Alhambra. Le agradecí el error, porque me agradan los cuartos de La Alhambra, amplios, con ese lujo de otro tiempo; diríase que en
ellos puede ocurrir una aventura mágica”, dice Bioy Casares en uno de los “cuentos gemelos”, según detalló Vlady Kociancich en el diario Clarín del 10 de febrero de 1994.
“Sobre Cortázar le voy a contar que estando él en Francia y yo en Buenos Aires escribimos un cuento idéntico. Empezaba la acción en el vapor de la Carrera —como se llamaba entonces— que salía de Buenos Aires a las 10 de la noche y llegaba a la mañana siguiente a Montevideo. El protagonista iba al hotel Cervantes, que casi nadie conoce. Y así, paso a paso, todo era similar, lo que nos alegró a los dos”, contó Bioy en una entrevista con Daniel Olivera publicada en la revista Noticias en noviembre del 94. Por su parte Cortázar fue más lejos y opinó que en la coincidencia había un mensaje indescifrable, una tercera voluntad. Lo cierto es que basta con leer ambos cuentos para comprobar las coincidencias y alimentar la leyenda.
VIDAS PARALELAS
En sucesivos intentos por recuperar algo del prestigio perdido, el Cervantes
fue escenario de propuestas como la premiada “Cenizas del corazón”, obra de Mariana Percovich sobre Carlos Gardel que obtuvo el Premio de Dramaturgia No Convencional en Espacios No Convencionales del Ministerio de Educación y Cultura en 1999.
En julio de 2001, el salón de fiestas del 5º piso fue inaugurado formalmente como Espacio Cervantes con obras como Los Magníficos de Daniel Hendler y “Biliti” de los Bosquimanos Koryak. En 2003 se montó una propuesta para swingers que consistía en una fiesta con música, servicio de barra y hasta baile de sombras, que ofrecía además la bizarra posibilidad de terminar todo en una habitación del hotel, todo a un costo de $250 por pareja.
Alimentando el misterio, en diciembre de ese año el Gran Oriente de la Francmasonería Mixta Universal celebró su VI Gran Asamblea.
En lo que fue una de sus últimas señales de vida, un emprendimiento para el desarrollo de la danza contemporánea a cargo de Carolina Besuievsky bautizado “La pista”, también tuvo su sede en el quinto piso del Cervantes en 2005.
En agosto de 2006, el hotel pasó de ser propiedad de Lefinco S.A a Muzery S.A, integrada por miembros de nacionalidad argentina. En el entorno de la transacción, el hotel quedó prácticamente desmantelado de mobiliario, artefactos y todo tipo de detalles decorativos, conservándose únicamente la estructura edilicia, bastante deteriorada. Ser parte del Patrimonio Histórico no parece haber protegido al edificio, que no se abre al público el Día del Patrimonio y cuya fachada ha sido pintada hace un año. Según declara Sergio Koundahdjian en representación de los propietarios actuales, el futuro del Cervantes se debate entre ser conservado por los argentinos o vendido a inversores alemanes, ambos con el objetivo de reciclarlo y reabrir sus puertas como hotel o como oficinas de alquiler.
*Gracias a Pablo Meluso.
Publicado en La Diaria, el 16/12/08