En febrero comenzarán las obras del proyecto “Muralla abierta”, ganador del Premio Santiago de Compostela de Cooperación Urbana, que aportará 180 mil euros de los 215 mil que se necesitan para costear la totalidad de esta iniciativa. Los arquitectos Ulises Torrado y Marcelo Bednarik diseñaron la infraestructura del centro cultural, que ofrecerá entre otras cosas, academias y espectáculos de arte urbano y una novedosa propuesta de reconstrucción virtual a cargo del arquitecto Marcelo Payssé.
“Imaginaba la Ciudadela como un edificio monumental, pero al estar metido dentro de una especie de foso, semihundido, prácticamente no asomaba sobre el terreno. Probablemente fuera una razón estratégica, pero era algo que no imaginaba hasta que lo vi. No quedaron registros de ese tipo de cosas, no hay otra forma de mostrarlo o de verlo que no sea haciendo una reconstrucción virtual”, dice el arquitecto Marcelo Payssé, director del Departamento de Informática de la Facultad de Arquitectura.
Payssé ha dirigido varios proyectos de reconstrucción virtual como los de la ciudad de Colonia, el Viejo Mercado de Montevideo (antigua Ciudadela) y la ciudad colonial que, reuniendo fotos, pinturas, grabados, libros, crónicas, mapas, planos, entrevistas, etc., constituyen una de las fuentes de información más confiables, completas y realistas del pasado colonial. Realistas porque el objetivo final de toda esa información recolectada, son las recreaciones virtuales en las que es posible contemplar un aproximadísimo aspecto de las cosas en determinado momento histórico.
En el proyecto “La muy fiel y reconquistadora ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo (Virtual)”, 1741 es señalado como el año de inicio de la construcción de la Ciudadela, sobre un proyecto de Diego Cardoso y se terminó de construir 4 décadas más tarde, casi el mismo tiempo que tardó en empezar a demolerse, en 1833.
Construido sobre una superficie de 150m de lado, con muros de 10m de altura y 6m de espesor, el fuerte ocupaba la mitad oeste de la actual Plaza Independencia. Era una construcción cuadrada con cuatro baluartes de aspecto romboidal en cada uno de sus extremos y una capilla centrada sobre el lado este, aproximadamente a la altura del actual monumento a José Artigas. “La entrada se orientaba hacia la ciudad, casi al centro del eje de la actual calle Sarandí, dándole acceso una hermosa puerta, con su rastrillo y correspondiente puente levadizo. Sobre el alto arco, lucía el escudo español, en relieve de piedra. En su interior había una amplia plaza de armas limitada por una severa galería porticada y disponía de numerosos alojamientos”, describe Horacio Arredondo en Civilización del Uruguay (El Siglo Ilustrado, 1951).
El perímetro fortificado iba desde el Cubo del Norte (25 de Mayo y Bartolomé Mitre), la Batería de San Pascual (Cerrito y Bartolomé Mitre), el Portón de San Pedro (25 de Mayo y Barlomé Mitre), la Ciudadela (mitad oeste de Plaza Independencia), la Batería de San Sebastián (Buenos Aires), el Parque de Artillería (Reconquista y Brecha), Portón de San Juan (Camacuá y Brecha), Cubo del Sur (Treinta y Tres y Rambla), Batería de San Juan, Batería de San Rafael, Batería de Santo Tomás, Batería de San Joaquín, Batería del Carmen, Batería de San Carlos, Fuerte de San José, Batería de San Francisco, Batería del Muelle, y las Bóvedas (Rambla 25 de Agosto y Juan Carlos Gómez).
El acceso a la ciudad amurallada era mediante sus dos portones: el de San Juan (Camacuá y Brecha) por el que ingresaba el tráfico de campaña y el de San Pedro (entre la Ciudadela y el Cubo del Norte, aproximadamente en el actual cruce de 25 de mayo y Bartolomé Mitre), donde transitaban los aguateros y vecinos. Un tiro de cañón anunciaba la apertura de los portones al amanecer y otro el cierre al anochecer, recién al final del período colonial empezaron a estar abiertos de manera permanente.
Muralla adentro, entre 1724 y 1730 se establecieron las primeras construcciones civiles de la ciudad, entre 50 y 60 toldos de cuero y no más de 3 o 4 casas de material, pertenecientes a los primeros pobladores de Buenos Aires. Luego de ese período comenzó a desarrollarse otro tipo de construcción: “un conjunto de dos o tres ranchos con funciones diferenciadas: cocina, vivienda, caballeriza y depósito de enseres. Estos ranchos (aproximadamente 100) eran construidos de paredes de adobe, muy rara vez de piedra (reservada a las construcciones militares), techo de paja, cuero y muy pocas de teja”, escribió Mabel Seré en Ciudad Vieja 1724 - 1829. San Felipe y Santiago de Montevideo (Instituto de Historia de la Arquitectura, 1984).
Entre 1730 y 1780 las viviendas eran de un solo piso, con paredes de piedra o ladrillo, techo de teja con caída hacia la calle. Se tendía a construir en la totalidad del perímetro, la alineación frontal empezaba a señalar la vereda y la calle, y las huertas sobre el fondo de los terrenos ocupaban el centro de la manzana.
Hacia 1787 la mayoría de las casas tenían azotea, y coincidentemente con la ocupación portuguesa, se incorporó la doble planta y el mirador, “elementos indispensables en las clases acomodadas”, afirmó Mabel Seré y agregó que “las viviendas encaladas dan la imagen de pueblo blanco”.
Se calcula que por entonces la ciudad contaba con 1500 casas y cuartos de alquiler, y 400 más allá de los muros. La cantidad de habitantes en 1780 era de 4600. Por esos años también se construyeron los primeros edificios de carácter recreativo, una plaza de toros ubicada en la manzana de Guaraní, Maciel, Sarandí y Rincón; y la Casa de Comedias, el primer teatro de la ciudad en la manzana del Palacio Taranco, sobre 1º de Mayo.
Hacia fines del S XVIII el Cabildo implementó el alumbrado de las calles más transitadas, mediante tres faroles a vela por cuadra. También se estableció la recolección de residuos, que antes se juntaban y quemaban en las esquinas.
Uno de los paseos predilectos de la época se llamaba El Recinto, en el espacio comprendido entre las bóvedas hasta el Cubo del Sur, sobre la ribera, entre la muralla y la población con frente al mar. “Los domingos era una romería aquel paseo, hasta irse a encontrar con los candombes en la costa del sur, por la batería de San Rafael hasta el Cubo del Sur. La costa sur era el lugar de los candombes vale decir, la cancha o el estrado de la raza negra, para sus bailes al aire libre”, detalla el trabajo de reconstrucción virtual dirigido por Payssé. “Otro dato llamativo que surgió es cómo ha cambiado el dibujo de la costa, ahora se ven las curvas perfectas de la rambla, pero antes era mucho más irregular, la zona de la actual Playa del Gas no era tan suavemente ondulada como el resto de la ciudad, había más bien una especie de acantilados, de escalonamiento rocoso”, agrega el arquitecto.
Más allá de la muralla estaba el foso, una zanja (en este caso seca) que generaba luego el desnivel de la contraescarpa, otro muro paralelo a la muralla que imposibilitaba el acercamiento a la fortificación.
Más allá, no más de 4 o 5 caminos se dibujaban en el descampado. Dos salían del Portón de San Pedro, uno iba a La Aguada y el otro bordeaba la Ciudadela hasta el Portón de San Juan. Desde ahí salían otros dos: el de la costa, que bordeaba la ribera hasta la actual Playa Ramírez y el de Maldonado, coincidente con la Avenida 18 de Julio. Entre este último y el de La Aguada, existía un quinto camino que correspondería a la actual Av. Gral Flores.
Payssé ha dirigido varios proyectos de reconstrucción virtual como los de la ciudad de Colonia, el Viejo Mercado de Montevideo (antigua Ciudadela) y la ciudad colonial que, reuniendo fotos, pinturas, grabados, libros, crónicas, mapas, planos, entrevistas, etc., constituyen una de las fuentes de información más confiables, completas y realistas del pasado colonial. Realistas porque el objetivo final de toda esa información recolectada, son las recreaciones virtuales en las que es posible contemplar un aproximadísimo aspecto de las cosas en determinado momento histórico.
En el proyecto “La muy fiel y reconquistadora ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo (Virtual)”, 1741 es señalado como el año de inicio de la construcción de la Ciudadela, sobre un proyecto de Diego Cardoso y se terminó de construir 4 décadas más tarde, casi el mismo tiempo que tardó en empezar a demolerse, en 1833.
Construido sobre una superficie de 150m de lado, con muros de 10m de altura y 6m de espesor, el fuerte ocupaba la mitad oeste de la actual Plaza Independencia. Era una construcción cuadrada con cuatro baluartes de aspecto romboidal en cada uno de sus extremos y una capilla centrada sobre el lado este, aproximadamente a la altura del actual monumento a José Artigas. “La entrada se orientaba hacia la ciudad, casi al centro del eje de la actual calle Sarandí, dándole acceso una hermosa puerta, con su rastrillo y correspondiente puente levadizo. Sobre el alto arco, lucía el escudo español, en relieve de piedra. En su interior había una amplia plaza de armas limitada por una severa galería porticada y disponía de numerosos alojamientos”, describe Horacio Arredondo en Civilización del Uruguay (El Siglo Ilustrado, 1951).
El perímetro fortificado iba desde el Cubo del Norte (25 de Mayo y Bartolomé Mitre), la Batería de San Pascual (Cerrito y Bartolomé Mitre), el Portón de San Pedro (25 de Mayo y Barlomé Mitre), la Ciudadela (mitad oeste de Plaza Independencia), la Batería de San Sebastián (Buenos Aires), el Parque de Artillería (Reconquista y Brecha), Portón de San Juan (Camacuá y Brecha), Cubo del Sur (Treinta y Tres y Rambla), Batería de San Juan, Batería de San Rafael, Batería de Santo Tomás, Batería de San Joaquín, Batería del Carmen, Batería de San Carlos, Fuerte de San José, Batería de San Francisco, Batería del Muelle, y las Bóvedas (Rambla 25 de Agosto y Juan Carlos Gómez).
El acceso a la ciudad amurallada era mediante sus dos portones: el de San Juan (Camacuá y Brecha) por el que ingresaba el tráfico de campaña y el de San Pedro (entre la Ciudadela y el Cubo del Norte, aproximadamente en el actual cruce de 25 de mayo y Bartolomé Mitre), donde transitaban los aguateros y vecinos. Un tiro de cañón anunciaba la apertura de los portones al amanecer y otro el cierre al anochecer, recién al final del período colonial empezaron a estar abiertos de manera permanente.
Muralla adentro, entre 1724 y 1730 se establecieron las primeras construcciones civiles de la ciudad, entre 50 y 60 toldos de cuero y no más de 3 o 4 casas de material, pertenecientes a los primeros pobladores de Buenos Aires. Luego de ese período comenzó a desarrollarse otro tipo de construcción: “un conjunto de dos o tres ranchos con funciones diferenciadas: cocina, vivienda, caballeriza y depósito de enseres. Estos ranchos (aproximadamente 100) eran construidos de paredes de adobe, muy rara vez de piedra (reservada a las construcciones militares), techo de paja, cuero y muy pocas de teja”, escribió Mabel Seré en Ciudad Vieja 1724 - 1829. San Felipe y Santiago de Montevideo (Instituto de Historia de la Arquitectura, 1984).
Entre 1730 y 1780 las viviendas eran de un solo piso, con paredes de piedra o ladrillo, techo de teja con caída hacia la calle. Se tendía a construir en la totalidad del perímetro, la alineación frontal empezaba a señalar la vereda y la calle, y las huertas sobre el fondo de los terrenos ocupaban el centro de la manzana.
Hacia 1787 la mayoría de las casas tenían azotea, y coincidentemente con la ocupación portuguesa, se incorporó la doble planta y el mirador, “elementos indispensables en las clases acomodadas”, afirmó Mabel Seré y agregó que “las viviendas encaladas dan la imagen de pueblo blanco”.
Se calcula que por entonces la ciudad contaba con 1500 casas y cuartos de alquiler, y 400 más allá de los muros. La cantidad de habitantes en 1780 era de 4600. Por esos años también se construyeron los primeros edificios de carácter recreativo, una plaza de toros ubicada en la manzana de Guaraní, Maciel, Sarandí y Rincón; y la Casa de Comedias, el primer teatro de la ciudad en la manzana del Palacio Taranco, sobre 1º de Mayo.
Hacia fines del S XVIII el Cabildo implementó el alumbrado de las calles más transitadas, mediante tres faroles a vela por cuadra. También se estableció la recolección de residuos, que antes se juntaban y quemaban en las esquinas.
Uno de los paseos predilectos de la época se llamaba El Recinto, en el espacio comprendido entre las bóvedas hasta el Cubo del Sur, sobre la ribera, entre la muralla y la población con frente al mar. “Los domingos era una romería aquel paseo, hasta irse a encontrar con los candombes en la costa del sur, por la batería de San Rafael hasta el Cubo del Sur. La costa sur era el lugar de los candombes vale decir, la cancha o el estrado de la raza negra, para sus bailes al aire libre”, detalla el trabajo de reconstrucción virtual dirigido por Payssé. “Otro dato llamativo que surgió es cómo ha cambiado el dibujo de la costa, ahora se ven las curvas perfectas de la rambla, pero antes era mucho más irregular, la zona de la actual Playa del Gas no era tan suavemente ondulada como el resto de la ciudad, había más bien una especie de acantilados, de escalonamiento rocoso”, agrega el arquitecto.
Más allá de la muralla estaba el foso, una zanja (en este caso seca) que generaba luego el desnivel de la contraescarpa, otro muro paralelo a la muralla que imposibilitaba el acercamiento a la fortificación.
Más allá, no más de 4 o 5 caminos se dibujaban en el descampado. Dos salían del Portón de San Pedro, uno iba a La Aguada y el otro bordeaba la Ciudadela hasta el Portón de San Juan. Desde ahí salían otros dos: el de la costa, que bordeaba la ribera hasta la actual Playa Ramírez y el de Maldonado, coincidente con la Avenida 18 de Julio. Entre este último y el de La Aguada, existía un quinto camino que correspondería a la actual Av. Gral Flores.
*el decreto
MURALLA ABIERTA
El 24 de septiembre de 1829 Fructuoso Rivera firmó el decreto de demolición de las fortificaciones. Se comenzó en las inmediaciones del Portón de San Pedro y además de varios tramos de muralla, se destruyeron los baluartes de la Ciudadela y se perforó la capilla para facilitar la conexión con extramuros, manteniéndose el cuerpo principal del fuerte, que funcionó como mercado público hasta 1877 cuando desapareció completamente.
“Las ciudades van creciendo y los terrenos naturalmente van subiendo, si se hace un corte de una ciudad vieja, se ven las diferentes etapas, van quedando como estratos. Donde está la Plaza España, cerca del Cubo del Sur, el terreno está 6 metros arriba del original”, explica Marcelo Payssé frente a la evidencia de lo que se conserva de aquellos tiempos es muy poco y está muy parcializado.
La puerta de la Ciudadela, después haber estado algunos años montada en uno de los accesos de la UTU, sobre la calle Gonzalo Ramírez, hoy es una de las pocas piezas fundamentales que permanece –casi en su lugar original solo que un poco rotada- de aquella época. También se mantiene (reconstruido) el Cubo del Sur, enfrente al actual Templo Inglés, y sobre la Rambla 25 de Agosto a la altura de Juan Carlos Gómez existen 2 de las 34 bóvedas construidas en 1794. Se trataba de robustas estructuras de unos 14m de largo, por 5 m de ancho y 4m de alto, a prueba de bombas, usadas como depósitos y refugios, y en las que hoy funcionan un café y una galería de exposiciones.
Muy cerquita, en la esquina de Piedras y Bartolomé Mitre permanece en pie el tramo más largo y visible de muralla, unos 60 m de muro original, a los que se le suman algunos metros de contraescarpa y otros elementos de similar valor, como un sector de adoquinado artesanal original o la roca madre aflorando en parte del suelo del lugar. El predio es de unos 2600m2 y el Banco de Seguros del Estado lo cedió en comodato por 20 años a la Intendencia Municipal. Allí se desarrollará el proyecto “Muralla abierta”, que obtuvo en el pasado mes de noviembre el Premio Santiago de Compostela de Cooperación Urbana, que aportará 180 mil euros de los 215 mil que costará el proyecto en su totalidad.
“Talleres de producción y enseñanza de títeres, danzas contemporáneas y vinculadas a la cultura afrodescendiente, circos urbanos, librerías-boutique y servicios varios se suman al predio de la plaza, cubierto con chapas de zinc, que será el espacio central de la intervención para actividades públicas”, detalla la memoria del proyecto.
“Son actividades culturales que no tienen lugares físicos donde desarrollarse y por otro lado, para la población también es importante tener un lugar donde ver este tipo de expresiones en una forma organizada, no libretada, pero sí coordinada, como una especie de hoja de ruta de hacia dónde va la expresión de la cultura. Para nosotros como arquitectos eso es espectacular”, afirmó el arquitecto municipal Ulises Torrado, creador del proyecto que ganó el premio junto al arquitecto Marcelo Bednarik. “La muralla está recortada arriba, se fue usando como cimiento de los edificios que se fueron construyendo arriba, un crimen y una casualidad que esto continúe en pie, este tramo de muralla es fundamental, esperamos poder empezar las obras en febrero de 2010 y terminarlas alrededor de junio”, afirmó Bednarik.
En el contexto de “Muralla Abierta” (proyecto bautizado por Mario Delgado Aparaín) el equipo de reconstrucciones virtuales dirigido por el arquitecto Marcelo Payssé planea la instalación de estaciones de realidad aumentada, que según Wikipedia, implica un conjunto de dispositivos que añaden información virtual a la información física ya existente. Esta es la principal diferencia con la realidad virtual, puesto que no sustituye la realidad física, sino que sobreimprime los datos informáticos al mundo real.
AL PIE DE LA MURALLA
En Bartolomé Mitre 1464 es posible contemplar otro tramo de muralla. El predio donde actualmente funciona el Espacio Cultural “Al pie de la Muralla” fue adquirido por la distribuidora de diarios y revistas Careaga en 2002. La particularidad del inmueble era un subsuelo con dos locales separados por una gruesa pared y con una comunicación entre ellos, que evidenciaban una edad muy avanzada, quizás de fines del siglo XIX o principios del XX. En el lugar había funcionado un depósito de la firma Trabucatti y más adelante, una fábrica de anilinas, destino que provocó un intenso deterioro y la sustitución de parte de la estructura. La sorpresa surgió al picar el revoque (que en algunas zonas superaban los 10 cm) y descubrir parte de la antigua muralla, apoyada sobre el cristalino del terreno natural.
*Nota publicada en la diaria el 15 de diciembre de 2009.
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