domingo, 23 de septiembre de 2007

EL NUEVO DISCO DE ANDRÉS CALAMARO


LA LENGUA POPULAR:
EL SALMÓN VIVITO Y COLEANDO.

Acaban de dar sus primeras vueltas las canciones enteras de La lengua popular, el humeante disco de Andrés Calamaro, una de las obras inmaculadas del 2007 argentino, junto a 39º, de Lisandro Aristimuño (vaya vaya, uno tiene 46 años y otro 28 ¿Qué pasó en el medio?). Digo las canciones enteras porque hace un tiempo que las vengo escuchando cortadas al minuto, que era lo que había en la red hasta hace unos días.
Existe una especie de mito popular que indica que las mejores letras y melodías, son las que chorrean del filo, del extremo, del límite. Calamaro lo probó y lo comprobó (muy especialmente) en El Salmón, una auténtica oda correligionaria de días oscurecidos a persiana baja y noches iluminadas por excesos.
Pero la vida es balanza, blanco y negro, lluvia y arco iris, bajón y subidón. Así que La lengua popular no desmitifica el arte que nace de los extremos, pero hace de la estabilidad o de la madurez, un arte. Calamaro volvió de la muerte, una muerte productiva, sí, pero qué bueno escucharlo vivo, enamorado, sin espinas, haciendo promesas, pidiendo deseos, despotricando pero desde adentro. Qué bueno, Calamaro volvió para quedarse, al menos por un tiempo. Y eso merece, al menos, que destapemos un vino a su salud y lo tomemos escuchando el disco.

1. LOS CHICOS. Violenta apertura trash, la resaca de los días sin final, de las maratones compositivas a persiana baja, traición y nostalgia. Resacas del Salmón, del Calamaro más herido. Cenizas del infierno.

2. CARNAVAL DE BRASIL. Como debe ser, el segundo es uno de los mejores temas del disco. Mezcla un tema fascinante como el de las musas -sobre todo si de las de Calamaro se trata-, con esa impronta liviana del calor de Brasil. Optimista. Bucólica. Hermoso estribillo de efecto barrilete. "No son mujeres ausentes, no son cuchillos en los dientes, no son martes de carnaval de Brasil, las musas no son, canciones urgentes, no son asuntos pendientes, no son martes e carnaval de Brasil, tristeza nao tem fim". Los gritos de la vuelta final no hacen más que parar los pelos y confirmarlo: el Salmón está vivito y coleando.

3. CINCO MINUTOS MÁS (MINIBAR). Tema esencial del disco en lo que respecta a espíritu compositivo y sobre todo al sonido. Es posible que ese ambiente de fiesta familiar o kermés de club barrial sea una de las constantes de La Lengua Popular.

4. SOY TUYO. Una obra casi perfecta, algo así como una versión mejorada de Catalina Bahía (himno erótico de de Pedro y Pablo que Calamaro versionó excelentemente en un bonus track de Alta Suciedad en 1997), menos hot y más tierna, más espiritual. “Me gusta desarmarme arriba tuyo, me gusta demasiado ensuciarte, besar tu flor inmediata, besarte atrás y adelante... desarmarme en el vaivén de tu cintura/ remar sobre tu espalda y naufragarte”.

5. MI GIN TONIC. Posiblemente sea el tema más Rodríguez del disco. Quién sabe a quién se refiere cuando dice: “No me digas que voy a tener que ir a ver a tu grupo del siglo pasado en La Bombonera” ¿A Los Piojos quizá, cuyo líder Andrés Ciro es el ex de Julieta Cardinali, actual mujer de Calamaro y madre de su hija Charo? No importa, el chisme es pisoteado por una de las mejores frases del disco: “hay días para quedarse a mirar, hay días en que hay poco para ver, hay días sospechosamente light, hay un deseo que pido siempre que pasa un tren”.

6. LA ESPUMA DE LAS ORILLAS. ¡Cumbia nena! Y qué bien le queda a Calamaro. Ya lo habíamos degustado en El regreso, con Tuyo Siempre.

7. CADA UNA DE TUS COSAS. Otra de las canciones más lindas del disco. Tiene algo de la bellísima Los aviones (Honestidad Brutal, 1999), con esa nostalgia porteña que él logra musicalizar y nombrar como pocos. Un Calamaro que se agitana un poco, discreto y tímido, pero con resto.

8. COMEDOR PIQUETERO. Calamaro justiciero, politizado, irónico, crítico, corrosivo, indomable.

9. SEXY Y BARRIGÓN. Sandro del 2007. Genial autorretrato de un rocker cuarentón.

10. DE ORGULLO Y DE MIEDO. Es una hermosa canción, si no fuese porque llamarse Andrés Calamaro hoy, no es gratis. Y ésta bien podría ser una canción de Coti Sorkin (coautor de algunos temas con Andrés como Los Aviones y fiel imitador). Los acordeones podrían ser de la Venegas y cerramos el (con)trato. Igual, el original sigue superando la copia.

11. LA MITAD DEL AMOR. Un tema prescindible, si no fuese por algunas frases jugosas como “voy a tomar para olvidar, voy a tomar unas medidas urgentes, voy a tomarme hasta el pelo, mi pelo por favor, con mucho hielo” ó el autobiográfico estribillo “parte de mí no cambió y a la vez, ya no soy el viejo Andrés que no dormía jamás, qué subidón, qué momento ideal, encontré la mitad del amor”.

12. MI COBAIN (SUPERJOINT). Mhhhhh. ¿No está mal que una canción no tenga comentarios, no?

lunes, 10 de septiembre de 2007

CABRERA EN LA ZITARROSA


Méritos y merecimientos

El sábado 8 de Setiembre fue uno de esos días en los que la brisa cálida le da un respiro al frío invierno montevideano y la gente llena las calles, la rambla, los espacios verdes. Uno de esos días que anuncian el verano y todo se vuelve más liviano. Liviana, caminé hasta la Sala Zitarrosa a ver a Fernando Cabrera, ese increíble hombrecito mutante sin edad y sin tiempo, artífice de las canciones más logradas y hermosas que se han hecho en esta ciudad.
Cabrera viene experimentando, desde hace algunos años, una especie de verano que lo viene poniendo más y más liviano, lo suelta, lo deja fluir, deja que le salga todo eso que antes se atrincheraba en su quietud, su inmovilidad, en su inexpresión casi absoluta. Ahora Cabrera habla, sonríe, hace bromas, juega con su voz, canta en inglés, hace cumbias y versiones.
El impecable show se abrió con un ensamble de Morir en la capital (de Pablo Estramín) y una brillante y conmovedorísima versión de El instrumento, de Darno. Así, entretejidas entre canciones de su último disco como Despacio por las piedras, Tierra, Parecía un niño de la calle, Dulzura distante, Palacio y Puerta de los dos, Cabrera fue regalando una serie de relecturas
como Y hoy te ví (de Mateo), o Río de los pájaros, de Aníbal Sampayo, “el verdadero fundador de la canción popular uruguaya”, dijo Cabrera, con aire de justiciero, frente a un público atónito y silencioso.
“Me voy a animar a hacer algo que nunca hice en un escenario, que es cantar en inglés, les aviso por las dudas”, dijo risueño y arremetió con Black Bird, “una canción que está firmada por Lennon y Mc Cartney, pero todo parece indicar que la escribió Paul solo”, agregó, antes de arrancar con una versión desopilante, a puro hilito de voz y esa suerte de desgrano de acordes que arma las canciones como si fuesen otras, inconfundibles, únicas.
“Me contaron que Fito Páez estuvo tocando en Porto Alegre y que hizo un tema mío, con una introducción muy cariñosa, no quiero ser menos que él”, dijo antes de empezar una maravillosa versión de “11 y 6”.
Así pasó, como un soplo, la calculadísima hora y media de show, porque a las 23.30 hs empezaba el segundo. Que Cabrera haga dos shows en un mismo día con entradas agotadas, lejos de ser un dato menor, sugiere una especie de justicia terrenal o divina que llega justo a tiempo, torciendo un poco el destino trágico de los músicos uruguayos talentosos pero desconocidos, o con una vida indigna, o valorados post-mortem, como Mateo y como Darno, dos de los revisitados durante el show.
Levitando a lo Caetano, parado sobre un solo pié como un flamenco, rejuveneciendo con el paso del tiempo, Fernando Cabrera se consolida como un artista medular frente a un público que lo reconoce como tal. Cuestión de méritos y merecimientos.