lunes, 26 de noviembre de 2007

CIVILIZACIÓN




LA RESURRECCIÓN DE LOS PIOJOS

“Nunca imaginé que en el 2007 estaría escuchando un disco de Los Piojos”, dice mi hermano y tiene razón. La última vez que me entusiasmé con un disco de los pibes de El Palomar fue en 1996, con Tercer Arco, el disco que junto a Chactuchac (1992)y Ay, Ay, Ay (1994)conforman la impecable trilogía inicial de la banda.
Tercer Arco fue la banda de sonido de mis primeros tiempos en Buenos Aires y de los últimos coletazos de mi adolescencia, pero lo cierto es que los pibes (y nosotros) maduraron y eso, paradójicamente en una banda de rock, les sienta muy bien.
En Civilización (2007) la banda que estuvo a punto de confirmar su presencia en la voxpop (finalmente eligieron irse de vacaciones, no trabajar) suena como en sus mejores momentos y Andrés Ciro escribe y compone cosas con las que no es difícil identificarse.
El disco arranca a todo funk con Manjar, acertado puntapié inicial que coloca las cosas en el mejor estado para iniciar el recorrido: sorpresa, desnorteo y la placentera sensación de reconocer viejos guiños.
Conquistador y piojoso, Pacífico condensa el sonido esencial del disco, una mezcla de paisaje bucólico sanador y fiebre urbana interminable en una misma canción.
Civilización es una factura casi vencida pero digna, de un rock que habló de lo que nos pasaba con herramientas modernas y además, nos sacó a bailar. “Ohohoh”, invita el corito con destino de estadio.
Bicho de ciudad es uno de los mejores temas del disco y además de una melodía y unos arreglos riquísimos, tiene una poesía que merece ser transcripta: “¿Qué voy a hacer con tanto cielo para mi?/ Voy a volar, yo soy un bicho de ciudad/ ¿Qué voy a hacer? ¿Cuál es el camino a seguir?/ Voy a soñar con ese beso al regresar/ Cierro los ojos, no imagino algo mejor, respiro hondo y tomo el vino/ Y no te asustes si me río como un loco/ es necesario que a veces sea así/ Será la vida que siempre nos pega un poco/ nos encandila con lo que está por venir/ Bajo un árbol me refugio del calor, en el silencio, escucho el río/ Es perfecto el aire, la cumbre bajo el sol/ de lo que quede de mi, te llevo un poco”.
Pollo viejo trae una interesante atmósfera arrabalera moderna, mucho arreglo de cuerda conviviendo con guitarra rockera, bien rioplatense. La próxima estación es Difícil, algo así como una postal porteña del amor. Basta de penas es cicatrizante y fiestera, otra vez a bailar. Salitral tiene un aire folclórico y a la vez un pulso urbano, una poesía visceral con destino anónimo.
Con Buenos días palomar se despide la banda y dice “algo es extraño, todo está como hace años, como ayer, como hoy”.


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