MALABARISTA VOCAL
Origen: París, 1978.
Imperdibles: Sus presentaciones en vivo. De su primer disco, el track 3 “La demeure d’un ciel”, el 5 “Mon petit vieux” y el último, “La oú je suis née”
Del segundo, “Asisse” y el increíble “Pour que l'amour me quitte”.
Curiosidad: su cara se parece a la de un perro siberiano.
Sello propio: estado de trance artístico.
La oscuridad del ambiente apenas se interrumpe por la tenue luz del escenario que muestra tres micrófonos y un hilo tirante que lo traviesa de un lado a otro, a un metro y medio de altura del piso. El sonido de la sala se limita a un tono único que es la nota Si, una especie de Om que se mantiene -como ese hilo- a lo largo del show y del disco que presenta. “Le fil” (El Hilo, 2005) es el segundo trabajo de esta francesita de 29 años (Licenciada en Letras y Ciencias Políticas) llamada Camille Delmais, que bien podría haber sido el capricho de una artista, si no fuese porque lleva vendidas más de 300 mil copias en su país.
El disco es una colección de canciones imprevisibles, irreverentes y cautivantes, que parten de los extraordinarios malabares de su voz y de su cuerpo en general, que cobran un brillo especial en vivo, mediante un experto manejo del live looping. El protagonismo de la exploración vocal de Camille en “Le fil” la hizo merecedora de comparaciones con la Björk de Medulla, pero la parisina reivindicó su independencia artística.
Dueña de un arte inclasificable que la lleva a cantar las más conmovedoras canciones de amor o verdaderas catarsis sonoras en las que rompe vajillas enteras; Camille se enamoró del escenario a los 7 años cuando su padre la llevó a ver un recital de Ray Charles y hoy es merecedora de halagos como “una de las protagonistas de la renovación de la chanson francesa”.
Es posible que recuerdes sus voz cantando “1, 2, 3” en un comercial de Promesse, una fragancia de Cacharel. También formó parte del 1º compilado de Nouvelle Vague (2004) y participó en Ratatouille como la voz francesa de Causette, la cocinera que cantaba “Le festin”, tema incluido en la banda sonora de la película. Si todo eso falla, ahí están sus tres discos, más que recomendables: Le Sac de Files (2002) Le Fil (2005) y Live au Trianon (2006). Y atentos al próximo, que se anuncia para marzo de 2008.
EMILIANA TORRINI
1 EN 300.0000
Origen: Islandia, 1977
Imperdibles: “Until the morning”, de la banda sonora de “Lucía y el sexo”.
“Snow”, “Today has been ok” y “Fisherman’s woman”, que le da nombre a un disco disfrutable de comienzo a fin.
Curiosidad: Su interés y capacidad de diferenciarse de Björk.
Sello propio: voz glacial.
Un lugar remoto al norte del oceáno atlántico, entre Europa y Groenlandia. Una isla rodeada de islas y de agua. Un país en el que los volcanes conviven con los glaciares, el sol alumbra algunas noches de verano y brilla por su ausencia algunos días de invierno. Tan particular como Islandia es la música que ahí se hace y Emiliana Torrini (30) no es la excepción a la regla.
Mitad islandesa, mitad italiana, creció entre los escasos 300 mil habitantes de su país (menos de 3 por km2). A los 7 años se unió a un coro como soprano y a los 15 ingresó a una escuela de ópera. Grabó dos álbumes de covers casi desconocidos en su país y se mudó a Londres donde, tras un año de trabajo debutó en las bateas internacionales con “Love in the time of Science” (1999).
La voz cristalizada de Emiliana flotando en un universo pop, con colchones de teclados y el uso de herramientas electrónicas, arrojó una sonoridad evidentemente cercana a la de su compatriota más famosa y la crítica no tardó en hablar de una nueva Björk.
Antes de volver a grabar, Torrini se tomó su tiempo, en los siguientes 6 años compuso “Slow” el éxito de kylie Minogue en su disco “Body Languaje”, colaboró en la banda de sonido de El Señor de los Anillos- Las dos Torres con “Gollum’s Song”, se fue de gira con Thievery Corporation y entonces sí, editó su segundo disco.
En “Fisherman’s Woman” (2005) se despoja de todo lo que la marcó como aspirante a nueva Björk, obteniendo un resultado tan profesional y único que la coloca indudablemente como par de la pequeña gran islandesa. La guitarra y el piano sostienen un disco intimista, acústico y no por eso menos actual, en el que Emiliana Torrini parece haber encontrado su propia voz.
CAT POWER
MUÑECA BRAVA
Origen: Atlanta (USA), 1972
Imperdibles: la viscerales baladas “Good woman” de “You are free” y “Where is my love” de “The Greatest”. También es prometedor “Speaking for Trees”, un DVD en el que canta durante cien minutos en medio de un claro de un bosque acompañada sólo de una guitarra. Es autora de una de las mejores versiones de la banda de sonido de “I’m not there”, el documental sobre Bob Dylan en el que interpreta "Stuck inside of mobile with the Memphis blues again”.
Curiosidad: el movimiento de sus manos cuando habla y cuando canta. Vive de la música y sufre de pánico escénico.
Sello propio: la sobreviviente fragilidad de su voz.
No fue fácil la vida de Cat Power (34) y hacer música ha sido una especie de cable a tierra, por eso su voz parece quebrarse en la próxima estrofa de canciones en las que promete ser buena, siendo mala.
Chan Marshall es su verdadero nombre, dicen que es bisexual e hizo pública su adicción al alcohol y a las drogas, a la vez que le puso la cara a la nueva campaña de Joyas de Chanel.
Nació en Atlanta, Georgia, al sur de Norteamérica, hija de padres divorciados, dejó el colegio a los 16 y a los 20, escapando de la heroína y de la quietud que todas las cosas parecían tener en el Sur, llegó a Nueva York. Un día un amigo le regaló una guitarra y nunca mas dejó de hacer canciones, así grabó sus dos primeros discos, “Dear Sir” (1995) y Myra Lee (1996), ambos de peculiar oscuridad.
El siguiente fue el recocido “What Would the Community Think” (1996) y luego el elogiadísimo “Moon Pix” (1998), algo así como el registro de las profundidades más profundas de Cat, que volvió a escapar, esta vez desde Nueva York rumbo a una granja en Carolina del Norte. Allí vivió sola en una casa vieja, y una noche sin sonidos ni luces, rodeada de grillos y oscuridad, se enfrentó a sus más íntimos demonios y parió este disco. “Si estás en un mal estado mental, a veces ves cosas que no están ahí y enloquecés, entonces encendí todas las luces y me quedé despierta, no podía dormir y empecé a tocar estas canciones”, confesó Cat.
Luego llegó “The Covers Record” (2000), una colección de versiones de Bob Dylan, The Velvet Underground y The Rolling Stones, entre otros. Tras cinco años sin grabar canciones propias, volvió con “You are free” (2003), un verdadero mojón en su carrera, que señala la búsqueda de cierto bienestar, algo así como su disco más luminoso.
Con el lanzamiento de “The Greatest” (2006), The New York Times publicó una entrevista donde Chan develó sin tapujos sus zonas más oscuras. Confesó que sus problemas de alcoholismo empezaron desde que era muy joven, ¿bromea? con que su madre le daba alcohol en la mamadera y dice que dos semanas antes de la edición del disco, una amiga la llevó a una clínica de rehabilitación, donde estuvo una semana y recibió fuertes dosis de litio.
Desde entonces, no más shows interrumpidos por ataques de pánico, no más llantos en vivo, no más letras olvidadas, no más papelones públicos, no más mañanas de whisky y noches de ansiolíticos, no más Miles Davis las 24 hs.
Todo eso parece haber quedado atrás, “The Greatest” es una obra madura en la que se filtró felizmente el sonido de Memphis, ciudad elegida por Cat para grabar un disco en el que se rodeó de veteranos músicos de soul. Cat está de vuelta, sobria y feliz de lograr 7 tragos en 7 meses, dueña de unas canciones que, por suerte, no dejan de ser un poco tristes.
KEREN ANN
MELANCÓLICA CALMA
Origen: Israel, 1974.
Imperdibles: “I’m not going anywhere”, tema que le da nombre a uno de sus mejores discos, “Que n’ aije” el tema que abre “Nolita” y el corte de difusión del último disco “Lay your head down”, gancho suficiente para seguir buscando y encontrando otras cositas en el resto del álbum.
Curiosidad: un par de lunares encabezan la comisura derecha de su boca.
Sello propio: melancólica calma.
“La melancolía está anclada en mi”, dice Keren Ann (33), que se ha pasado la vida viajando y viviendo en distintos países. Hija de padre judío y madre holandesa, nació en Israel, se crió en los Países Bajos y a los 11 años se mudó a Francia.
Uno de sus primeros aciertos profesionales fue asociarse al aristocrático y glamoroso Benjamín Biolay (esposo de Chiara Mastroiani), que coescribió y produjo sus dos primeros discos, “La Biographie de Luka Philipsen” (2000) y “La disparition” (2002).
Luego la dupla se disolvió, Keren se mudó a Nueva York y grabó uno de sus mejores trabajos, “Not going anywhere” (2003), que cautivó al público anglosajón y significó su presentación internacional por estar grabado íntegramente en inglés. Un disco de canciones amigables donde todas las cosas parecen estar oportunamente presentes y en su medida exacta, aparentemente simple y definitivamente hermoso (hubo una edición especial que incluía el cover de “I was made to love magic”, de Nick Drake).
Los laureles cosechados fueron consolidados por el sucesor “Nolita” (2005), grabado entre París y Nueva York, siguiendo los pasos de su inquieta autora.
La simpleza le da paso a lo heterogéneo, “Nolita” es más sofisticado, con sutiles arreglos de cuerdas y vientos que destacan su voz cada vez más aterciopelada y etérea.
Este año editó un disco que lleva su nombre “Keren Ann” (2007) en el que significativamente esta songwriter parece haber encontrado su identidad. Como compositora, se adueña de canciones que van de la oscuridad de “It’s all a lie” a la
luminosidad de “Lay your head down”, el corte de difusión. Como intérprete consolida un delicado registro que se ubica a mitad de camino entre cantar, hablar y suspirar.