jueves, 17 de septiembre de 2009

MAI MÉS

(Nunca más, en catalán)



Empar Salvador tiene 62 años, nació cuando su padre regresó a España, luego de haber escapado de Franco y sobrevivido a 4 años de trabajo forzoso con los nazis. Y se llamó Amparo.
Su vida parece haber sido por momentos tan dolorosa que le cuesta nombrarla y como protegiéndose de ese dolor, tiene el acto reflejo de reír cuando cuenta las cosas más crueles o indignantes. Ha dedicado casi toda su vida a reconstruir su historia y la de los suyos, desde que era una niña que no entendía ciertas cosas que sucedían en su casa, no ha dejado de hacerse preguntas. Y después de casi 4 décadas de búsqueda encontró una parte de esa verdad. Una parte bastante grande por cierto: son las fosas comunes más grandes de Europa, ubicadas en el cementerio de Valencia. 23.600 casos documentados que son apenas la punta del iceberg, según afirma la responsable del valiosísimo hallazgo.

-¿Qué diferencias percibís entre la recepción que tenés en Latinoamérica y la que tenés en Europa?
-Acá he tenido una muy buena recepción, la diferencia es que en todos estos países ha habido un proceso de juzgar a los responsables, aunque muchas veces haya sido una farsa. En España hay documentados 156 mil casos de desaparecidos, se calcula que sólo han habido más víctimas en el régimen de los Jemeres Rojos de Camboya. Y nunca se ha juzgado a nadie, es más, los descendientes están ocupando en el país altos cargos en el Estado, las finanzas, la industria, la prensa, los bancos. El presidente del Parlamento español, José Bono, del Partido Socialista, dice públicamente que él es hijo de falangista y a mucha honra. Así que estamos metidos en un proceso judicial donde lo que queremos es llegar a los tribunales internacionales, porque en España mientras existan los elementos sociológicos y físicos franquistas que hay en este momento controlando la sociedad, no se hará justicia.
-El régimen despareció pero la sociedad aún está muy marcada
-Es que creo que el régimen nunca desapareció, en España se dijo que se hacía una democracia pero en una estructura de estado fascista, todo aquello esta muy vigente, pasa por ser el responsable de haber destruido casi toda la documentación el que ahora es el presidente del grupo Sogecable- Prisa, el señor Rodolfo Martín Villa, (risas) que participó con altos cargos políticos durante el régimen genocida. La vicepresidenta del gobierno, María Teresa Fernández de la Vega es hija de uno que se llamaba Wenseslao Fernandez de la Vega, que era la mano derecha de uno de los peores y más sanguinarios falangistas que ha habido en España, José Antonio Girón de Velasco. Luego ella fue jueza durante el franquismo. El Fiscal General del Estado Cándido Conde Pumpido, es nieto del Coronel Auditor Luciano Conde Pumpido, España está llena de casos así, nos piden que miremos al futuro y olvidemos el pasado, pero claro, el pasado son cientos de miles de víctimas, ahí están nuestras familias enteras tiradas en las fosas como perros, nadie puede olvidar eso, es una herida que solo se cerrará el día que se haga justicia.
- Justicia que llegaría con la condena de los culpables y colaboradores ¿y en relación a las víctimas y sus familiares qué justicia se plantea?
-En primer lugar rehabilitarlos jurídicamente, porque según la legislación española ellos siguen siendo criminales. Todos esos actos jurídicos no han sido anulados, de manera que todas esas personas siguen siendo delincuentes. Lo que argumentan el Tribunal Supremo o el Tribunal Constitucional, es que estas sentencias fueron impuestas por órganos jurisdiccionales que en aquellos momentos eran legales, entonces dan por válido el golpe de estado. Y no es así, porque hubo un régimen genocida que atentó contra todos los que habían luchado por un proceso de libertad, de democracia, de respetar la legalidad vigente, porque el gobierno de la Segunda República fue legalmente constituido, tras un proceso de elecciones democráticas. Ahí llegó el criminal golpe de estado de Franco, que creían que iba a durar 24 horas, pero claro, se encontraron con un pueblo que estuvo 3 años resistiendo. Y bueno, luego hay daños que son irreparables, que nunca en la vida se podrán arreglar.
-¿Qué opinás de la rehabilitación económica?
-Creo que es cosa de cada uno, en un tema como este, tan delicado, no me siento capaz de decir qué debería hacer o dejar de hacer nadie. Cuando se aprobó la ley de Amnistía se dieron unas indemnizaciones que eran una risa, un millón de pesetas, algo así, teniendo en cuenta que a esas personas se les había robado todo lo que tenían, sus casas, todo, bienes que se escrituraron los fascistas a su nombre y luego los han heredado sus hijos, que ahora se los están disfrutando. Luego está la Ley de la Memoria (vigente desde 2007), que es una vergüenza total. En materia de indemnizaciones, no solamente hace un agravio comparativo de las víctimas del franquismo con cualquier otro colectivo de víctimas, como las del terrorismo por ejemplo; sino que además hace discriminaciones en el interior del propio colectivo de víctimas del franquismo. A las del año 67 en adelante, les dio 130 mil euros y a las que son del 67 hasta el 36, creo que les dio 1.800 euros. Es un agravio
-¿En qué año naciste?
-En el 47, en plena represión franquista (risa)
-¿Cuándo naciste tu padre dónde estaba?
-Mi padre estaba escondido, había sido combatiente en la guerra antifascista, él estaba en Barcelona cuando los fascistas tomaron la ciudad y la gente se fue andando, atravesaron los Pirineos y fueron a parar a Francia, estuvo en los campos de refugiados en Francia, donde murieron miles y miles. Uno de los campos, el de Argelès , era en la playa, no tenían ni comida ni bebida, tomaban agua salobre porque cavaban pozos en la arena y morían de gastroenteritis. Cuando entraron los nazis a Francia los gendarmes franceses entregaron a los que eran anarquistas y comunistas a los nazis, a mi padre entre ellos. Unos fueron a los campos de exterminio y otros al trabajo forzado. Mi padre hizo trabajos forzados en Alemania durante 4 años, sobrevivió y volvió a España en 1946. Todas estas cosas las hemos ido reconstruyendo con mi hermana, porque ellos nunca contaron nada.
-¿Y cómo siguió la vida de tu padre hasta el 75?
-Mi padre murió años más tarde, porque claro, todos ellos volvieron muy castigados, habían sobrevivido a los nazis pero estaban hechos un desastre. Aún así, la que vivió mucho menos fue mi madre, que fue una de aquellas mujeres a las que les habían rapado la cabeza, les habían dado el aceite de ricino, las habían paseado por los pueblos, donde las exponían en las plazas para que las apedrearan. Muchas morían cuando les ponían el embudo en la boca para volcarles el aceite de ricino, les producían unas heridas que morían en su propio vómito de sangre. Fue el destino de muchas mujeres republicanas.

EL GEN ROJO

-¿Trabajabas desde chiquita?
-Los hijos de los republicanos éramos seres de 4º categoría (otra vez la risa), no teníamos derecho a nada, ni a educación, ni a sanidad, nada, totalmente marcados y castigados. Estaba la ley de Vallejo Najéra, que era un psiquiatra que hablaba del “gen rojo”, decía que el marxismo era una enfermedad contagiosa y que había que sacar a los hijos de los republicanos de sus familias, entonces el estado asumía la tutela de esos niños. En realidad eso estaba hecho para encubrir algo inmenso, como fue el secuestro y la venta de niños en plan masivo. A mi me llevaron a un centro regido por monjas, no me enseñaron ni a leer ni a escribir, había unos talleres de costura y allí todas las niñas trabajábamos.
-¿No veías a tu familia?
-No los volví a ver hasta que salí
-¿Cuándo entraste y cuándo saliste?
-No lo tengo muy claro, porque nunca nos han dado los documentos, entonces no sabemos exactamente cuándo entramos y cuándo salimos, pero calculo que estuve de los 6 a los 11 años.
-¿Hiciste alguna carrera?
-No ¡qué va! (risas) nosotros ni siquiera hemos aprendido a leer y a escribir, somos autodidactas.
-¿O sea que no recibiste educación formal en España?
-Me acuerdo de haber ido algún año a la escuela, pero básicamente todo lo aprendí de adulta, a leer, a escribir, a andar en bicicleta. no sé cómo explicar la situación en la que vivíamos de niños, era una situación en la que no había niñez.
-¿Cuándo te empezás a vincular más con la investigación?
-Empecé a unir piezas, a darme cuenta que mi situación era muy rara, que no se parecía a la de las demás niñas con las que me relacionaba, era una persona prácticamente aislada, porque había vivido ese período de aislamiento con esas señoras (no voy a decir lo que verdaderamente pienso de ellas pero diría que de asesinas para arriba) y por otra parte ese sentimiento de que no se podía hablar de muchas cosas, ese miedo a hablar, y al no tener la edad suficiente como para discernir de qué se podía hablar y de qué no, la solución era no hablar nada. Aislamiento. Luego empecé a crecer, me empecé a dar cuenta que efectivamente en mi familia pasaban cosas extrañas, que faltaba gente, en ese momento además mi padre empezó a cobrar una pensión alemana. Eso es lo que me llevó a viajar a Alemania con 24 años, para averiguar qué es lo que había pasado, porque él decía que había trabajado allá, pero a mi y a mi hermana (11 años mayor) no nos cerraba. Entonces viajé sin que mi padre lo supiera y descubrí que cobraba en virtud de la sentencia del Tribunal de Núremberg, que había condenado al régimen alemán e indemnizaba a sus víctimas con una pensión vitalicia que les cambió bastante la vida, porque eran personas que siempre estaban en la precariedad, no podían trabajar, sobre todo por su estado de salud, porque ¿cómo puedes venir después de haber hecho 3 o 4 años de trabajo forzado para los nazis? (vuelve la risa), a eso no se sobrevive normalmente. Cuando me enteré casi me desmayé (risas), porque ahí empecé a conocer parte de su pasado, imagínate la situación.
-¿Qué sentiste?
-Creo que no podría describirlo, me quedé de piedra. Y entendí muchas cosas, actitudes, silencios, llantos por la noche cuando pensaba que nadie lo escuchaba, de su estado de salud, entendí muchas cosas y en los días siguientes más.
-¿Qué características tenía la población de Valencia como para haber sido la última ciudad republicana en caer? ¿Creés que eso determinó que la represión allí ejercida fuera especialmente cruel?
-No sé por qué resistió más y seguramente fue una causa de tan feroz represión, está claro que entraron a sangre y fuego, con mucha rabia. En Valencia siempre se ha oído hablar de las atrocidades cometidas cuando entraron las tropas franquistas, a escondidas, se hablaba de cosas tremendas, violaciones masivas de mujeres, detenciones masivas, muertes de hambre, hacinamiento, asesinatos, fusilamientos, enfermedades sin asistencia, escuchar que un falangista tomó un niño por las piernas y boca abajo le dio la cabeza contra la pared hasta matarlo, delante de sus familias, entonces su madre se volvía loca y si tenía suerte le pegaban dos tiros, si no, imagínate con lo que tenía que vivir. Muchos se suicidaban porque no podían vivir con sus recuerdos, y así cientos de miles, la plaza de toros de Valencia llegó a albergar a 40 mil personas, sin agua ni comida…
-Es una locura, en Argentina se estima que fueron un total de 30 mil desparecidos y España es mucho más pequeño
-Claro España es chiquitísimo! (risa) y Valencia tiene las fosas comunes documentadas más grandes del continente europeo en el siglo XX, como ha dicho el ex presidente de Italia Francisco Cossiga. Tienen un total de 41.020 m2, en una ciudad que tenía 400 mil habitantes.
-O sea que ahí fue a parar gente de toda España
-Sí, Valencia era la capital de la república, tenía la infraestructura necesaria, hospitalaria, etc., trasladaban mucha gente a Valencia, había muchas colonias de niños refugiados. Se pensaba que desde Valencia sería más fácil escapar, pero nadie se acerba ni nadie salía, las democracias europeas no hicieron nada, aquello se convirtió en una ratonera de la que casi nadie podía escapar. Era realmente mucha gente, y la mayoría no estaban registrados en el censo de habitantes, justamente porque eran grandes cantidades. De todos ellos nunca se volvió a hablar y eso es lo que me lleva a mi a buscar gente en un plan masivo.


SIX FEET UNDER

-¿Cómo llegás al cementerio?
-Llego muchos años más tarde, porque primero se me había metido en la cabeza que habían vaciado una montaña y los habían metido adentro. Se me ocurrió mirando unas minas a cielo abierto, las de Río Tinto, vi el cráter que hacen en la tierra y pensé que habían hecho algo parecido y los habían metido ahí adentro. Hay que tener en cuenta que éramos personas sin formación de ningún tipo, no sabía cómo empezar una búsqueda, así que me puse a estudiar un poquito de geología, Valencia está rodeada de sierras, no tenían muchos camiones, no debería ser un lugar muy alejado, partiendo de ese tipo de conjeturas, ubico una zona y voy a trabajar ahí, me pierdo entre los montes. Un compañero me había enseñado a seguir los caminos de herradura, a usar mapas a escala, a orientarme en el monte. Finalmente abandoné esa hipótesis porque encontré varias cosas, pero no lo que buscaba, que era mucha gente.
Al cementerio me llevó una casualidad, cuando se cumplió el 60º aniversario de la liberación de los campos nazis, hicimos una exposición en memoria de todos los valencianos que habían sido asesinados allí, y entré en contacto con Casimiro Climenti. El había sido deportado a las oficinas de la Gestapo en Mauthausen porque sabía alemán, junto a Josep Bailina trabajaban rellenando las fichas de los deportados que iban llegando y se les ocurrió duplicar las de los españoles, para dejar registro de cuántos habían ido a parar ahí. No tenían dónde esconderlas, hasta que se les ocurrió hacerlo en el almacén, las intercalaban con las fichas en blanco, donde finalmente sobrevivieron y gracias a eso hoy se conoce ese dato. Ellos me dieron la idea del cementerio de Valencia, usando su mismo razonamiento me pregunté: si eran muchos muertos y querían que pasaran desapercibidos ¿Cuál es el mejor lugar para esconderlos? Entre los demás muertos, en el cementerio. (DESTACADO)
Pero claro, una vez en el cementerio, miraba por todos lados y no veía nada. (risas) No encontraba las fosas porque encima de ellas han construido otro cementerio. Están abajo. Luego ya encontré los Libros de Registro de Enterramientos del Cementerio de Valencia, que no estaban escondidos, estaban en una oficina del Ayuntamiento de Valencia, pero no figuraban en ningún archivo público, ni había constancia de su existencia, que es como si no existiesen. Los datos no estaban relacionados, esa relación la hice yo, ahora sí existe. El primer lugar donde busqué fue el cementerio Civil, porque allí enterraban a los ateos, masones, gente de otras religiones, etc. entonces pensé que los habían tirado allí. Empecé a pensar que tenía que armarme un plan, organizarme para barrer el cementerio de Valencia, estudiarlo. Y efectivamente en ese lugar encontré la 1º fosa común, un espacio que me saltó a la vista, era como una praderita con hierba y lo vi.
-¿Cómo ubicas las demás fosas?
-Empecé a comprobar que el espacio físico era igual al espacio documentado, en los libros no se especifica que esas personas fueron enterradas allí, pero hay una serie de datos sobre esas personas, como unas coordenadas, que en realidad son el lugar exacto donde está enterrado cada uno, sin decirlo. Eso es lo que descubro cuando logro descifrar los libros. Entonces empecé a encontrar señales en el piso, signos en la tierra, letras y números que correspondían a filas e hileras. Cuando cruzo esos datos me doy cuenta que todo es lo mismo y empiezo a ubicar todas fosas. Ahí empezó una carrera para almacenar todos esos datos de la manera más rápida posible, tenía mucho miedo, sentía que tenía que hacerlo público cuanto antes para protegerlo, pero para eso había que hacerse de los datos. Dejando registros notariales de la existencia de esos libros (porque se decía que los sacarían de la oficina) y digitalizando la información, efectivamente me echaron del lugar antes de terminar el trabajo, pero por suerte ya estaba todo digitalizado.
Recién entonces se convocó a la prensa para hacer público el hallazgo. Contrario a lo que el sentido común indicaría y Empar suponía, a los dos días de divulgar la noticia, empezaron a vallar una de las fosas, la única que quedaba sin destruir, es decir, sin haber sido removida o construido encima. “Nos dijeron que ahí se construirían 1.030 nichos, entonces empezamos una campaña para parar esas obras y lo conseguimos. Pero claro, hicieron una exhumación extrajudicial, un delito, movieron parte de la tierra destruyendo restos, la trasladaron y luego la devolvieron a la fosa. Una cosa increíble. De todas formas hemos pedido la exhumación de todas las fosas, porque aunque se haya destruido mucho, se puede analizar igual, ver qué hay. Estamos en medio de ese proceso judicial que será muy largo.”
-Casi toda una vida dedicada a esto… ¿cómo te imaginás el momento de la justicia?
-No me lo imagino, porque creo que no lo veré nunca. Ojalá, pero creo que lo verán otros. Llevará mucho más tiempo, creo que están esperando que todos se mueran y cuando ya no haya a quién reclamar, ahí posiblemente empecemos a saber qué pasó. Los 156 mil casos documentados que hay son la punta del iceberg. Los 23.600 documentados en las fosas son la minoría también, hay muchísima más gente que fue tirada ahí sin identificar, son números de cuerpos en agujeros. Es una estructura tremenda, una ingeniería puesta al servicio del ocultamiento de crímenes. Las fosas ocupan casi todo el cementerio, hay otro cementerio debajo del que vemos, básicamente niños, mujeres, ancianos, gente que murió de hambre, de enfermedades oportunistas que son las que atacan organismos desnutridos, una población indefensa, que solamente tenía hambre y miedo. Por eso mi investigación empieza cuando termina la guerra, cuando ya no había motivos para matar a nadie, ni hacer morir de hambre a un sector de la población. Las víctimas de Valencia tienen la desgracia de haber sido realmente muchas, por eso hay tanta resistencia a decir la verdad. Esta investigación es la prueba de ese genocidio.

*Amparo


*En forumperlamemoria.org. se puede acceder a gran parte de la información obtenida en estas investigaciones, fotos aéreas de las fosas, listas de enterrados, etc. También se puede bajar un documental que ilustra y relata parte del trabajo.

-Publicado en La Diaria en Septiembre de 2009,


PALACIO SALVO


“Desde la azotea y desde la torre toda la ciudad está a sus pies. Más allá la aduana, el puerto, sus muros, sus escolleras, sus barcos, las aguas rizadas, todo parece visto desde un aeroplano. Más allá aún está el cerro con su forma tranquila, la fortaleza y en la cumbre su faro de primera magnitud, que al proyectar su luz sobre la parte alta de la torre del Palacio Salvo, tiene que alzar la horizontal.”
El texto pertenece a una memoria descriptiva de uno de los edificios más emblemáticos de Montevideo. Según cuenta Jorge Gil, el actual administrador del Palacio Salvo, no hay datos sobre quién lo redactó, por momentos, con una grandilocuencia similar a la del monumental edificio, que fue el más alto del mundo en su época, con la técnica de hormigón armado y con su estilo único en el mundo, junto a su hermano porteño, el Palacio Barolo, de similares características pero menor tamaño.
“Girando la vista hacia la derecha aparece la ciudad desmesuradamente extendida con las barriadas unidas densamente, la mancha verde oscura del Prado, la mole de mármol con sus líneas clásicas puras del Palacio Legislativo, La Aguada con sus calles irregulares, la Av. 18 de Julio con sus edificios de 8 pisos, la Plaza Cagancha y luego todas las playas, Ramírez, Pocitos, Buceo, Malvín y Carrasco, con su hotel, cuyas torres se delinean perfectamente ya casi en el horizonte visual. Más allá, lejos, muy lejos, los cerros de Maldonado, después el mar.”


GRACIAS TOTALES

Como tantos otros inmigrantes, los Salvo llegaron desde Italia en 1860 y si bien estas tierras prometían prosperidad, no sabían muy bien a dónde venían y qué les depararía el destino.
En 1866 la familia se instaló en el barrio de Paso Molino, Don Lorenzo empezó trabajando como empleado de comercio y luego, secundado por su familia, empezaron a vender ropa de manera ambulante, hasta que 1867 abrieron en el barrio la Tienda Salvo, que luego se trasladó a un gran local en la esquina de Agraciada y Tambetá. Continuaron su próspero camino con proyectos cada vez más desafiantes, abrieron una tienda de venta mayorista en el centro y fueron por más. “Ángel ideó lo que luego sería uno de los mayores emprendimientos industriales de la época, la fábrica textil La Victoria, que en 1910 se fusionó con La Nacional de la familia Campomar, formando lo que sería la tradicional firma Salvo, Campomar y Cía.”, según expresa la revista electrónica de la IMM, Montevideo en la mano Nº 4.
Con la construcción de una fábrica de tejidos en Colonia, los Salvo consolidaron su imperio textil, además de convertirse en premiados vitivinicultores y ganaderos. “Ángel y Lorenzo pensaron en el edificio como una forma de homenaje y agradecimiento a la ciudad que tanto les había dado”, detalla Abelardo García Viera, ex Director del Archivo General de la Nación, residente y conocedor del edificio que habita desde hace 40 años.
El terreno que ocupa 33.50 m sobre la Av. 18 de Julio y otros 53.70 m sobre la Plaza Independencia y la calle Andes, fue adquirido por los Salvo el 29 de diciembre de 1919. “En 1923 se colocó la estatua de Artigas en la Plaza Independencia y se puso la piedra fundamental del Palacio, con monedas, el acta y algunos diarios de la época”, agrega García Viera.
Una de las pérdidas más significativas que implicó la construcción del edificio fue la de La Giralda, el café y confitería donde Gerardo Mattos Rodríguez estrenó “La Comparsita” en 1916.
Era la primera vez que se utilizaba hormigón armado a gran escala, durante dos años se perforó el suelo hasta llegar a una profundidad de doce metros, fueron tantas las precauciones que se tomaron, que una vez que llegaron a la altura original estimada para el edificio –10 pisos más una cúpula de 5 pisos - la estructura se mostró tan estable, que decidieron continuar.


CAMINO AL CIELO

El resultado final fue un rascacielos compuesto por 2 sótanos, planta baja, entrepiso, 10 pisos altos y 16 pisos de torre, más la plataforma del faro, lo que hace un total de 31 pisos. Es tan alto y está tan bien construido que el movimiento oscilatorio provocado por los vientos llega a mover los artefactos de iluminación y desde la torre es posible apreciar el extraño fenómeno de la lluvia hacia arriba, según detallan sus habitantes.
Son varias las versiones que se tejen alrededor del faro, en cuyo lugar hoy hay una antena de canal 4 en desuso (que la última asamblea votó para sacar) y otras de celulares. La más concreta es la que figura en la memoria descriptiva del edificio, que informa que “en la parte alta de la torre ha sido colocado un faro de fabricación italiana Salmoiraghi con un espejo parabólico de 920 m/m, un alcance aproximado de 100 km., lámpara de 100 amps., rotativo.”
El faro introduce la parte mística de la historia, que cuenta que tanto el Palacio Barolo en Buenos Aires como el Salvo en Montevideo estuvieron inspirados en la Divina Comedia, de Dante Alighieri.
Mario Palanti proyectó el mellizo porteño del Salvo convocado por Luis Barolo, y al parecer ambos eran amantes de la literatura de Alighieri, Barolo guardaba incluso la fantasía de albergar los restos del escritor italiano en una bóveda central del edificio, construida especialmente con ese objetivo. De ahí en más, las relaciones establecidas entre ambos edificios y La Divina Comedia son muchas y variadas. A manera de introducción, no son pocas las fuentes que mencionan el diálogo entre la estructura de ambas construcciones: base, fuste y capitel y las tres partes en las que se divide la Divina Comedia: infierno, purgatorio y paraíso. La sección áurea y el número de oro también se suponen presentes en los rascacielos gemelos y hasta se han establecido relaciones con la masonería, la alquimia y el esoterismo. Pero volvamos al faro. “Uno de los objetivos del arquitecto Palanti era enmarcar lumínicamente el acceso a la desembocadura del Río de la Plata, como bienvenida a los visitantes extranjeros que llegaban en barco desde el Atlántico. Por eso en ambos edificios se erguían robustas cúpulas que soportaban los faros de 300.000 bujías, gracias a los cuales se podrían emitir mensajes mediante luces de colores”, afirma una nota del suplemento de Turismo de Página 12 del 8 de abril de 2007. En ese sentido, es bastante conocida la anécdota que cuenta que en 1923, en el contexto de la pelea de boxeo entre Luis Angel Firpo y Jack Dempsey en el Madison Square Garden de Nueva Cork, el faro del Barolo encendió una luz verde para anunciar el triunfo del argentino que acababa de sacar del ring a su adversario. Pero a los pocos segundos, Dempsey retornó y noqueó a Firpo, obligando a cambiar la luz verde del faro por una blanca, en son de derrota.
El Palacio Salvo iba a ser originalmente un hotel, pero posiblemente por razones de rentabilidad dicha actividad se acotó al tercer piso, alquilándose el resto de los departamentos.
En calidad de guardián de la seguridad marítima se mudó al piso 25 del palacio el vigía de la Administración Nacional de Puertos. En el subsuelo, donde hoy hay una playa de estacionamiento y parte de la disco pub New Alexander, había un teatro donde actuó Josephine Baker, la Venus de ébano, “una de las primeras mujeres en bailar desnuda”, según García Viera.
“En sus inicios albergó a la clase media alta ya empobrecida, matrimonios con hijos mayores y mucha gente sola, supongo que por la comodidad, la ubicación, el tamaño de los apartamentos y la vista”, agrega.
En la década del 50 el edificio comenzó a dar pérdidas y en 1964 dejó de pertenecer a Elvira Salvo (hija de Lorenzo) y pasa a ser una Sociedad Anónima con régimen de condominio. Recién entonces los inquilinos pudieron optar por convertirse en accionistas propietarios.
Cierta intelectualidad caracterizó a sus habitantes, empezando por el Sorocabana, que funcionó hasta mediados de la década del 60 en la planta baja del edificio, donde ahora hay un local de telefonía celular.
Desde el piso 7 del Salvo, María Müller y su hija Nilda eran anfitrionas de famosas tertulias que supieron contar entre sus invitados personajes como Enrico Caruso, Paco Espínola, Alberto Zum Felde, Clara Silva, Carlos Vaz Ferreira, Esther de Cáceres Alfonsina Storni, Alberto Ginastera, David Alfaro Sequeiros o Cecilia Meirelles.
También habitaron en el Salvo las escritoras Armonía Somers e Idea Vilariño, que en los primeros años de la dictadura pasaba la mayor parte del tiempo en su solitaria casa de Las Toscas, entre las dunas y durante el invierno compartía el pequeño apartamento del Palacio Salvo con Jorge Liberati, con quien se casará poco después, según detalla Rosario Peyrou en el suplemento Cultural de El País del pasado 24 de julio.
En el primer piso había un salón de baile, con comedor y hasta un pequeño teatro. Allí se hacían los famosos bailes del Coco Bentancourt y en la actualidad el lugar es utilizado por el SODRE para sus ensayos, conservando algunos detalles decorativos de Enrique Albertazzi, autor del vitreaux del segundo piso del Salvo y también de los del Palacio Legislativo.
En el tercer piso un rincón montevideano digno de ser conocido por los amantes del deporte: el club Casa del billar.
El resto se distribuye en 400 apartamentos, algunos para oficinas (sobre todo los que tienen acceso sobre el pasaje de Andes) y otros para viviendas, alojando alrededor de 2 mil personas. “Tenemos listas de interesados para alquilar o comprar en el Salvo, es un lugar muy codiciado” asegura Héctor Guerrero, encargado del edificio desde hace 14 años.
“Carpintería de puertas y ventanas con roble de eslabonia floreado, las interiores lustradas a muñeca. Las barandas de las escaleras son de hierro con aplicaciones y pasamanos de bronce. Todas las escaleras tienen sus escalones revestidos con mármoles de color nacionales. Los pisos de las habitaciones son de pinotea. Los de los corredores, halls, vestíbulos y baños son de monolíticos formado con granulado de mármol. El de los salones de fiestas del 1º y 2º piso y del entrepiso son de parquet de roble”, detalla la memoria descriptiva del Palacio Salvo, que fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1996, mucho tiempo después de convertirse en una inevitable postal montevideana.

NO TE VA A GUSTAR

"Ocho de la mañana. Estoy desayunando en el Tupí. Uno de mis mayores placeres. Sentarme junto a cualquiera de las ventanas que miran hacia la Plaza. Llueve. Mejor todavía. He aprendido a querer ese monstruo folklórico que es el Palacio Salvo. Por algo figura en todas las postales para turistas. Es casi una representación del carácter nacional: guarango, soso, recargado, simpático. Es tan, pero tan feo, que lo pone a uno de buen humor.” Las palabras pertenecen a un fragmento de la novela La Tregua de Mario Benedetti que, como otros, no encontraron atractivo al edificio.
Son varias las anécdotas que cuentan que en un visita de Le Corbusier a Montevideo en 1929, recorriendo las principales obras arquitectónicas de la ciudad, se paró en la plaza, mirando al Salvo desde diferentes puntos de vista y dijo: “Este es el mejor ángulo” ¿Para qué?, le preguntaron. “Para apuntar el cañón”. El espanto del rey del ángulo recto al contemplar la fiesta de curvas del Salvo hizo que lo describiese como un “enano con galera”. Según citó la revista literaria Cruz del Sur en enero de 1930, durante un viaje en barco de Buenos Aires a Montevideo, Le Corbusier manifestó que “realmente, esta capital es tan simpática y me encuentro tan bien bañado en su luz, que hasta me reconcilio con el impresionante bodrio del Salvo. Desde aquí (el puente del transatlántico) no distingo la salchichería que lo adorna, o mejor dicho, que lo aplasta, de manera que el coloso no me lastima la vista”.

VIVIR EN EL SALVO

Según los datos ofrecidos por la inmobiliaria “Al sur”, ubicada en la planta baja del palacio, sobre la zona del pasaje, estas son las características y los valores de las propiedades en el Salvo.
Del 3º piso al 10º son casi todos iguales, apartamentos chicos de un ambiente con baño y kitchenette, de alrededor de 30 m2.
Sobre 18 de Julio hay aptos más grandes, de 65 o 75 m2. El alquiler oscila entre los 5 mil y los 7500 pesos con gastos comunes de entre 1400 y 2500 pesos (chicos y grandes, respectivamente).
La torre se convertido en un reducto de extranjeros, cada vez más. Hay aptos más grandes, se han hecho muchas reformas, gente que compró más de un apto y los unió, esos en general no se alquilan ni se venden.
El valor de venta es de entre 1000 y 2000 mil dólares el m2, pero hay excepciones, como uno que hay a la venta en la torre, en una de las cúpulas, de 60 m2 más terrazas, a 180 mil dólares.
*Publicado en La Diaria en Agosto de 2009



HABITANTES DEL SALVO

En uno de los casi 400 apartamentos del edificio Héctor toca el timbre. Al otro lado de la puerta, una mujer con voz grave, clara y con increíble sonoridad pregunta quién es.
La voz del encargado llega en señal de confianza y la puerta se abre.
Hace casi medio siglo que Esther vive en el Salvo. “Vine cuando tenía 47 y tengo 95, hacé la cuenta vos que sos joven”, dice, sentada en un sillón de su pequeño refugio, un mono ambiente con baño y kitchenette en el piso 6, con vista a la calle Andes.
Un saquito de lana la abriga del frío de agosto y un cinto ajustado en la cintura le da un aire coqueto que trae vestigios del pasado. “Dicen que era una mujer muy linda” confiesa Héctor, con aires de alcalde cariñoso de esa ciudad dentro de la ciudad que es el Salvo, según su propia apreciación.
Jubilada de un cargo administrativo en OSE, Esther alquila el lugar desde hace 48 años.
“Me siento muy cómoda acá, estoy cerca de todo, nunca he tenido problemas con los vecinos, me siento segura, como en familia, antes tenía amigas, pero bueno, se fueron yendo… y a mi también, de acá me sacan con los pies para adelante”, asegura sonriendo. Cuesta encontrar las pupilas en sus ojos apenas abiertos, el borde de los párpados está enrojecido y su andar a paso lento, tanteando con la manos el sillón, la mesita, el ropero, el dintel, la pared y la puerta; delatan que además de dificultades para oír, tampoco ve claramente. Sin embargo, lo acompasa todo con una lucidez y un sentido del humor envidiables, hasta el final.


UN BARRIO EN LAS ALTURAS

-¿Cuál es el primer recuerdo que tiene del Salvo?
- Ah… tenía 4 años… pero estoy acá para hablar de este edificio, no de mi vida personal, sentencia Abelardo, que no quiere decir su edad pero termina confesando que tiene 71. Tampoco quiere contar cuánto hace que vive allí pero saca la cuenta y han pasado más de 40 años. Ni su nombre completo quiere decir, ni su profesión.
Como quien no quiere la cosa, Abelardo se ha vuelto un conocedor de la historia del edificio donde vive, pero con una especie de orgullo encubierto de modestia, embandera el valor de lo anónimo. En la búsqueda de algún pasadizo por dónde entrarle, menciono a Atahualpa Yupanqui, otro perseguidor del anonimato. “Cuando algo deja de pertenecer a su creador pasa a ser de la gente”, dice el entrevistado, citando casi textualmente a Yupanqui.
Sabe mucho de la historia del Salvo, sin lugar a dudas, pero el costado más rico de su testimonio sigue siendo el que se empeña en esconder y sin embargo, asoma cada tanto.
Por ejemplo cuando cuenta que al terminar la recepción de su casamiento en el Club Uruguay, con su flamante esposa vestida de blanco cruzaron la Plaza Independencia rumbo al Salvo, no sin antes pasar por el baile del Coco ¿Bentancur? O cuando se tienta recordando el descontrol de esas fiestas, en las que algunos terminaban corriendo por los balcones del edificio arrojando sobre la vereda y sus eventuales peatones horrorizados, las más íntimas evidencias de un desparpajo que divierte imaginar.
-Para terminar ¿me cuenta ese primer recuerdo del Salvo?
-Tenía 4 años, iba caminando por la plaza Independencia con mi padre y empezó a caer agua nieve. Cuando miré para arriba para ver cómo caía eso que nunca había visto, vi la torre del Salvo y le dije a mi padre: “ahí quiero vivir”.


UNA POETA EN LA TORRE

Subimos un piso por escalera rumbo al apartamento de Nelda. Con ropa deportiva, Abelardo sube los escalones con agilidad y cuenta chistes mientras guía.
Nelda abre la puerta de servicio, su silueta se recorta en una ventana de madera que desde el piso 14 da de lleno al Río de la Plata, que está casi azul.
Nelda y Abelardo charlan con fluidez y confianza, ella le muestra su nueva cocina y su flamante baño reciclado. Abelardo la felicita y explica que son muchos los apartamentos que conservan los baños originales, que en general están muy deteriorados.
“Nelda González de Nahson, Profesora de Literatura, Licenciada en Historia del Arte y escritora” se presenta, y propone que adivinemos su edad. “¡82 añitos!” confiesa orgullosa, frente a los 70 y pico que estimamos.
“Lo mejor es la torre, acá arriba somos un barrio”, afirma. Su prolija cabellera delata un reciente paso por la peluquería. Cuenta que recién llega de caminar. Ofrece té y prender la estufa. Improvisa con entusiasmo una visita guiada por su apartamento: un living, un dormitorio, una pequeña cocinita y el baño. Explica el origen de láminas, cuadros, y cuanta cosa pende de las paredes. Asegura que una de las mejores cosas del edificio es la luz, que duerme con las ventanas abiertas. “Y ahora desde la cocina van a tener una vista privilegiada ¡Qué atardeceres púrpuras he visto desde acá, el sol se pone justo ahí”, anuncia presentándola, como si no hubiésemos visto antes la misma ventana. La mirada se le pierde atrás del vidrio, como si fuese la primera vez. Mira por esa ventana todos los días de su vida, desde hace 30 años, sin perder la costumbre.
“También posee la torre, en uno de cuyos pisos yo solía visitar hace años a la enigmática narradora Armonía Somers y donde ahora, gracias a la causalidad que regula nuestras vidas, descubrí la existencia de Nelda González, una creadora rigurosa que fue testigo y partícipe de gran parte de nuestra historia literaria” dice Ricardo Prieto en el sector dedicado a las letras uruguayas de espaciolatino.com.
“Me he visto tan futura/soy seré ochenta veces tan/futura/que a mi propia/flor ancestral/a mi flor hecha de carne/le parezco mentira”, dicen los versos de “No morir”.
Todo esto, en el lenguaje humildemente sabio de Nelda, se traduce en una gran sonrisa y una chispa especial en sus ojos cuando dice: “mis poemas están en Google”.

*Gracias a Héctor Guerrero y Jorge Gil, encargado y administrador del Palacio Salvo, respectivamente.

-Publicado en La Diaria en Agosto de 2009